martes, 28 de febrero de 2012

Gente remota

Gente remota
Evelyn Waugh

Evelyn Waugh tuvo una vida bastante viajera y durante las primeras décadas del siglo XX visitó África. De aquellos años tomó temas, ambientes y paisajes para varios libros como Merienda de negros, ¡Noticia bomba! y este Gente remota.

En ellos satiriza la vida nativa, sus intentos de imitar a Occidente, el comportamiento y actitudes de los occidentales con los nativos, con otros occidentales y hasta con sus propios compatriotas.

Sin embargo, este Gente remota no está tan conseguido como el magnífico ¡Noticia bomba! Aquí está ya el estilista pero no consigue la chispa, la vida y el humor natural, ácido e irónico que sí logró en su novela posterior.

Se ha quedado sin terminar. Hay mucho pendiente para dedicarle tiempo a estas medianías.

viernes, 24 de febrero de 2012

Planeta de exilio


Planeta de exilio
Ursula K. Le Guin

Esta novela corta es un buen ejemplo del estilo y preocupaciones de la escritora estadounidense (aún en activo, a sus 82 años). Es una de sus primeras novelas, escrita dos años antes que Un mago de Terramar, que le daría nombradía internacional y grandes ventas.

En esta ocasión Ursula nos cuenta el conflicto entre tres sociedades que habitan un planeta que es el que da título al libro. Como casi siempre en el caso de esta autora el escenario, la tecnología, la fisonomía de las razas y, en definitiva, lo que suele absorber gran parte del esfuerzo de otros autores del género ocupa un espacio secundario y se resuelve con pinceladas generales que muestran las diferencias y similitudes pero sin entrar en detalles. Lo que ocupa la mente de esta escritora son las relaciones personales y sociales entre los miembros de las tres razas enfrentadas. Todo lo demás es solo el marco de la historia.

Es una novela muy breve escrita con la contención habitual en la autora, sin grandilocuencia ni explosiones de prosa (ni siquiera en los momentos de mayor tensión). Muy eficaz y entretenida. Y con pasajes realmente hermosos.

jueves, 23 de febrero de 2012

Los ensayos de Montaigne

Ensayos
Michel de Montaigne

El Señor de la Montaña. Así llamaba Quevedo a Montaigne, quizá con cierta sorna. Ese noble francés del Renacimiento que decidió retirarse del mundo, recluirse en sí mismo, dedicarse a pensar, reflexionar, leer, escribir... De aquella decisión surgieron una serie de escritos que el propio Montaigne reunió bajo el título Ensayos, bautizando así todo un género mezcla de investigación, erudición, tanteo y expresión de ideas.

Es curioso cómo se llega a veces a un libro. Yo llegué a este solo porque encontré en una librería la edición de Acantilado. Viendo ese tomo grueso, de páginas color vainilla con ese tacto tan suave decidí comprarlo y comenzar la lectura. Aquello sucedió en 2007 y cinco años después aún estoy a la mitad del viaje. Y seguramente cuando lo termine volveré a empezarlo.

No existe ninguna organización en estos ensayos. Parecen escritos solamente siguiendo la apetencia del autor; quizá una lectura que hiciera, un suceso al que asistiese, una conversación que mantuviera sembraron en él la necesidad del ensayo correspondiente. Tampoco hay unidad temática: en un ensayo puede hablar de cómo guerreaban los partos y en el siguiente de los libros, de la pedantería y del asesinato de César, de si es mejor que una finca esté vigilada o no y de la idea de que filosofar es empezar a morir. Un libro construido alrededor de las citas, que Montaigne usa con largueza y que glosan permanentemente cualquiera de los temas que Montaigne trata.

A pesar de las citas, del título de los escritos y de la distancia temporal que nos separa de este Señor de la Montaña, durante la lectura nos sentimos cerca de él. Es como tratar a un amigo. Quizá porque, como el propio Montaigne señaló en el prólogo de sus ensayos, “yo mismo soy la materia de mi libro”.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Corazón de Ulises. Un viaje a Grecia.


Corazón de Ulises
Javier Reverte

En esta ocasión viajamos con Javier Reverte al espacio que una vez ocupó la Grecia clásica: el Peloponeso, Turquía, el Mar Negro, Ítaca y Alejandría.

Es un viaje organizado alla Reverte. Mezcla de historia de los lugares visitados, descripciones, anécdotas y conversaciones personales (quizá reales, quizá inventadas, quizá una mezcla de ambas). En esta ocasión se añaden inevitablemente al guiso las referencias literarias y filosóficas: Platón, Aristóteles, los presocráticos, Homero, Heródoto, Tucídides, Byron, Keats...

Es un libro más contemplativo que los que dedicó a África, quizá por la naturaleza de los lugares que visitamos o por el aliño de las citas literarias. Disfruté especialmente la estancia en Ítaca, con un espléndido resumen de la Odisea y unos entrañables encuentros personales; mientras que la visita a Alejandría (la última parada del viaje) resultó excesivamente afectada y no encontré la poesía que el autor trataba de transmitir. Memorables los encuentros con griegos y turcos y las opiniones que unos tienen respecto a los otros.

Un libro refrescante que reivindica la vida.

domingo, 12 de febrero de 2012

Las campañas de Napoleón

Las campañas de Napoleón
David Chandler

Un ensayo de más de mil páginas consagrado al análisis minucioso de la trayectoria militar de Napoleón Bonaparte desde sus años de formación hasta su final en Waterloo. El libro obviamente se centra en la descripción de sus diferentes campañas militares y las batallas que tuvieron lugar, pero también contiene breves interludios en los que se analizan de forma muy concisa las situaciones políticas que fueron originando los conflictos y las consecuencias que tuvieron los mismos en el mapa europeo de la distribución del poder.

Tratándose de un libro tan prolijo, en él podemos encontrar todo tipo de información: logística, notas de campaña, extractos del diario de la Grande Armée, fragmentos de conversaciones entre los diferentes protagonistas de los sucesos... También se incluyen curiosidades como, por ejemplo, la técnica del ejército prusiano para estudiar la efectividad de sus mosquetes: desplegaban una lona de tela con la altura media de un soldado de la época y la longitud de un cuadro de infantería y la iban aproximando a una hilera de mosquetes que hacían fuego sobre ella para determinar la distancia a la que el arma resultaba más eficaz.

Respecto al gran protagonista de esa etapa de la historia de Europa, queda reflejado en sus virtudes (genialidad militar, capacidad para mantener la sangre fría en momentos difíciles, un emprendedor de grandes reformas civiles, etc.) y en sus defectos (oportunista, insensible hacia los padecimientos de sus soldados, megalómano, incapaz para la diplomacia...). Se percibe también el cambio en la personalidad de Napoleón conforme se fueron acumulando los triunfos; un cambio que fue haciéndole cada vez más ajeno a la realidad de manera que llegó a confundir lo que imaginaba con lo que realmente sucedía.

En resumen, veinte años de guerras continuas a lo largo y ancho de toda Europa de las que no se libró ninguna nación europea de la época que terminaron con centenares de miles muertos, una Francia agotada, una Inglaterra con el mismo papel preponderante que antes de comenzar el conflicto, un naciente nacionalismo alemán, un intento (un tanto ficticio) de restaurar el “orden” anterior a la revolución y Austria y Rusia en la misma situación de estancamiento que ya conocían.

Cuentan que al terminar la batalla de Eylau, que fue particularmente encarnizada y sangrienta, el mariscal Ney, al recorrer el campo de batalla donde se apiñaban cadáveres y moribundos entre el lodo y el hielo, exclamó: ¡Qué masacre! ¡Y sin resultado!.


sábado, 11 de febrero de 2012

El prestigio


El prestigio
Christopher Priest

Un gran Priest, inspiradísimo, nos relata la historia de dos ilusionistas de la Inglaterra de finales del siglo XIX y comienzos del XX.

Priest construye la narración usando tres puntos de vista: los diarios de ambos magos y el encuentro de dos de sus descendientes. Los dos magos consiguen, a través de las anotaciones de sus diarios, nuestro apoyo incluso cuando describen un mismo suceso dándole interpretaciones diferentes. El modo en que se redactan las entradas en los diarios resulta vívido y creíble: se ajusta perfectamente al estado de ánimo del personaje en cada momento y el modo en que las anotaciones se espacian en el tiempo empasta a la perfección con la dinámica de la historia y los momentos de mayor interés.

Resultan fascinantes las descripciones de los trucos, la preparación de los magos para realizarlos, la angustiosa rivalidad entre ambos, “el Pacto” con el que Borden formaliza su aproximación a la magia, el encuentro de Angier con el físico Nikola Tesla...

Inolvidable.

viernes, 3 de febrero de 2012

El mago

El mago
John Fowles

Es difícil opinar sobre esta novela habiéndola leído una sola vez. Comienza con aparente normalidad contándonos la vida (un tanto inane) de un graduado de Oxford que pasa por diversas vicisitudes sentimentales tras las cuales se traslada a una isla griega para ejercer como profesor de inglés en un internado.

A partir de ese momento participa en una serie de actividades diseñadas por un personaje que conoce en la isla cuya finalidad no queda nada clara: como lectores recorremos los mismos laberintos que el protagonista de la historia. No se nos explica nada. Pasamos, junto a Nicholas Urfe, por diversas peripecias (grotescas unas, artificiosas otras, desconcertantes casi todas) cuyo objetivo desconocemos. 

Este bloque central de la novela (el más extenso e importante) termina con las andanzas finales de Urfe en territorio griego y su vuelta a Inglaterra. De este modo nos adentramos en la tercera parte de la historia en la cual el protagonista intentará desentrañar el sentido de sus experiencias griegas.

Es una novela de difícil interpretación, que aparentemente da bandazos sin dirigirse a un destino concreto. En ocasiones se tiene la sensación de que el lector está siendo objeto de los mismos juegos por los que pasa el protagonista en el texto y es difícil, una vez concluida la lectura, establecer las motivaciones que desencadenan los sucesos descritos. Sin embargo, resulta una novela cautivadora: por la intensidad de determinados pasajes (muy especialmente los que describen la naturaleza de la isla), por el carácter de algunos personajes y por la maravillosa prosa de Fowles, llena de lirismo y de belleza.