La nave de los muertos
B. Traven
Un marinero norteamericano pasa
su noche libre en un burdel. Se despista, no embarca a tiempo y queda
abandonado sin documentación en el puerto de Amberes, pues su tarjeta de marinero y
su pasaporte estaban en el camarote del barco que acaba de partir.
Pronto empieza a tener problemas
con la policía. Sin ningún documento que acredite su nacionalidad queda
convertido en un paria que no recibe ayuda de nadie: policías y cónsules tratan
de librarse de él haciéndolo pasar de un país a otro.
¿A quiénes perjudican los pasaportes y los visados de
entrada a un país? A los trabajadores. ¿A quiénes perjudican las restricciones
de inmigración en Estados Unidos y otros países? A los trabajadores. ¿Quién
promueve y qué poder respalda esas leyes que aniquilan la libertad del hombre,
que lo obligan a vivir donde no quiere vivir, que le impiden ir donde desee?
Las promueven y las respaldan las asociaciones de trabajadores. Una bestia
dentro de la bestia: "Yo protejo a mi estirpe; quien no pertenece a mi
estirpe no es responsabilidad mía, que se preocupe él de salir a flote; y si se
hunde, mucho mejor, así me libro de un competidor" . Yes, sir.
Recorre, bien a pie, bien en tren
viajando sin billete, Bélgica y Holanda. Llega a París, donde consigue subsistir
con ocupaciones eventuales (sin documentos que acrediten su identidad le
resulta imposible trabajar). Finalmente se dirige a España.
Hay un montón de países donde no tener una casa donde
vivir y carecer de recursos económicos es un delito. Casualmente son los mismos
donde un ladrón de guante blanco no es un delincuente, sino alguien que se
esfuerza por llegar a ser un ciudadano respetable.
(...)
Cualquier país que presume de la libertad que
presuntamente existe dentro de sus fronteras me resulta sospechoso. Y cuando
veo que a la entrada de un puerto de un gran país han colocado una estatua
gigantesca que representa a la libertad, no necesito que nadie me diga lo que
ocurre detrás de esa estatua. Cuando uno tiene que ir pregonando a voces:
"¡Somos un pueblo de hombres libres!", es que quiere ocultar el hecho
de que la libertad se la han dado a los perros o que ha desparecido entre
cientos de miles de leyes, ordenanzas, disposiciones, instrucciones, reglamentos
y porras de policía, que la han devorado como si fueran ratas, y solo han
quedado los gritos, el eco atronador de los clarines y la figura de una diosa
que representa a la libertad.
En el puerto de Barcelona se
encuentra con un barco que le acepta como parte de la tripulación. Un barco
lleno de personas que han perdido su capacidad de elección y que se ven
abocadas a trabajar en la esclavitud.
La verdad es que no se necesitan directores generales ni
mariscales, pero la fe llena de oro los sacos vacíos, convierte en dioses a los
hijos de los carpinteros y corona como emperadores a tenientes de artillería
[se refiere a Napoleón], cuyo nombre brillará durante miles y miles de años. Si
logras infundir fe en los hombres, se enfrentarán al mismísimo Dios y lo
echarán a palos del Cielo para sentarse en su trono. La fe mueve montañas, pero
la falta de fe rompe las cadenas de la esclavitud.
(...)
He visto asnos vendidos a personas que les daban un trato
espantoso y, siendo animales, prefirieron dejar de comer y morirse de hambre
antes de seguir aguantándolo. Nadie pudo hacerles cambiar de actitud, ni
siquiera ofreciéndoles maíz. ¿Pero el hombre? ¿El Señor de la Creación? A él le
encanta ser esclavo, está orgulloso de poder convertirse en soldado y caer en
el frente destrozado por la metralla, le encanta que le den latigazos y que lo
martiricen. ¿Por qué? Porque puede pensar y alberga esperanzas, porque confía
en que tarde o temprano le irá mejor. ¿Compasión por los esclavos? ¿Compasión
por los soldados y por los veteranos mutilados? ¿Odiar a los tiranos? ¡No!
Primero aparecen los esclavos y después el dictador.
Tras diversas peripecias el barco
arriba a Dakar donde nuestro protagonista es secuestrado por la tripulación de
otro buque que necesita un fogonero. En ese último trayecto siguen las
reflexiones, las conclusiones derivadas de la peripecia personal.
La época de los tiranos, la
época de los déspotas, de los monarcas absolutos, de los reyes, de los
empleadores y sus lacayos y sus criados ha quedado superada, superada por una
época en la que domina otro tirano aún mayor: la época de las naciones, de las
banderas, la época del Estado y sus servidores.
Si elevas la libertada a la
categoría de símbolo religioso, desencadenarás las guerras de religión más
sangrientas. La verdadera libertad es relativa. Ninguna religión es relativa.
La menos relativa de todas es la codicia y el afán de lucro. Esa es la religión
más antigua, la que tiene los mejores clérigos y las iglesias más hermosas.
Yes, sir.
(...)
[Tras la Gran Guerra] Los Gobiernos firmaron un tratado y
los grandes ladrones se sentaron a celebrar un repugnante banquete de
reconciliación, mientras que los trabajadores y la gente humilde de todos los
países tenían que pagar los gastos del incidente, las facturas del hospital,
los costes del entierro y el banquete de reconciliación. A cambio, les
permitieron recibir con gritos de júbilo, banderitas y pañuelos a los soldados
que volvían del frente.
Esta novela se publicó en 1926.
La escribió B. (¿Bruno?) Traven, quien enterró todo su pasado cuando emigró a
Estados Unidos de forma que no se sabe a ciencia cierta cómo se llamó, dónde
nació o a qué se dedicó antes de su etapa norteamericana.
Era como si las estrellas nos estuvieran diciendo:
"Somos tu paz y tu descanso, aunque nosotras estemos envueltas en las
llamas del desasosiego y nos devore el fuego de la creación, el fuego del
génesis. Si lo que buscas es la paz y el descanso, no huyas a las estrellas.
¡Nosotras no vamos a poder darte lo que solo existe en tu interior!"