Historia de las relaciones
internacionales
II. Del sistema de Yalta a nuestros
días
Charles Zorgbibe
La imagen de la reseña
pertenece en realidad al hermano de este volumen: el que dedicó
Zorgbibe a la diplomacia mundial que operó desde la Europa de
Bismarck hasta el final de la Segunda Guera Mundial. En este segundo
volumen se ocupa del período comprendido entre el final del
conflicto y el arranque de la década de los noventa del pasado siglo.
Lo primero que llama la
atención (al igual que me ha sucedido con otros volúmenes de esta
colección “Alianza Universidad”) es lo mal traducido que está
el texto. Hay abundancia errores ortográficos y de sintaxis que
hacen algunas frases casi ilegibles. Quizá suceda esto porque los
traductores son especialistas en las materias recogidas en los
ensayos y no profesionales de la traducción, pero dado el precio de
los libros convendría que Alianza (tan cuidadosa con su catálogo)
puliera este inconveniente.
El ensayo toca tal
cantidad de sucesos que hablar de análisis resulta casi imposible.
En realidad el volumen es más bien una secuencia de acontecimientos
más o menos contextualizados y someramente explicados. Sirve para
hacerse una idea algo ordenada de la marea de la historia en esa
frenética segunda mitad del siglo XX, pero si (como es mi caso) no
se tienen conocimientos previos sobre determinados episodios, el
raudal de hechos, nombres, fechas y tratados puede apabullar y no
dejar claros los acontecimientos propiamente dichos. A cambio, se
tiene un volumen de consulta rápida sobre casi todas las cuestiones
fundamentales de la política internacional de la época.
¿Qué impresión final
queda después de leer el ensayo? En primer lugar, la cantidad de
historia producida en Oriente Próximo: hay casi tantas páginas
dedicadas a esa zona (Israel, Palestina, Egipto, Irán, Irak, Líbano,
Siria, Kuwait, Arabia, Afganistán y todas las relaciones imaginables
entre ellos y de ellos con otras naciones) como al enfrentamiento
entre EEUU y la URSS. También resulta sorprendente (al menos para
mí) la presencia desvahída, casi inane de estadistas europeos
enormemente prestigiosos como François Miterrand, Margareth Tatcher
o Helmut Kohl que no parecen haber influido decisivamente en
negociaciones y acuerdos, comparada con el relieve que cobran otros
políticos hoy prácticamente olvidados fuera de sus naciones y de
las aulas como Adenauer o el egipcio Sadat. España, obviamente, ni
está ni se la espera.
Una lectura satisfactoria
y bastante esclarecedora. Y tiene momentos verdaderamente incisivos,
como este al comienzo del capítulo 27 (página 380) en el que se
analiza la situación internacional de EEUU a finales de los sesenta,
justo antes de la visita de Nixon a China:
El nuevo juego
triangular se fundaba en las relaciones de antagonismo entre los tres
actores [China-URSS-EEUU] pero, como demostró Michel Tatu en un
análisis minucioso de la constelación triangular, los antagonismos
no eran siméticros. En las relaciones del gobierno de Washington con
sus dos interlocutores, el antagonismo era fortuito, puesto que la
rivalidad de EEUU y de la URSS no tenía una razón puramente
nacional, su enfrentamiento nunca había sido directo y el
apaciguamiento en sus relaciones condujo al respeto mutuo de sus
zonas de influencia; el antagonismo chino-americano, que seguía a
una larga tradición de amistad, había obstaculizado ciertamente la
unidad nacional de China, pero el resto del contencioso era pequeño.
Por el contrario, la reconciliación chino-soviética parecía en
aquella época improbable: los soviéticos y los chinos tenían en
común la frontera más larga del mundo, la seguridad inmediata de
sus territorios respectivos estaba en juego, la comunidad ideológica
conllevaba la excomunión mutua y la voluntad de acabar con los
“hermanos cismáticos”. Así, a largo plazo, el juego triangular
parecía favorecer a EEUU que “menos prisioneros de prejuicios
doctrinales” y no teniendo adversarios sistemáticos “deberían
poder jugar más libremente”.
Dejo para el final los
dos mejores recuerdos del libro: la caída del telón de acero y la
desaparición del apartheid. Mediante el diálogo. A través de la
razón y el sentido común. Recordarlo alegra el corazón.