martes, 24 de julio de 2012

Los Príncipes Demonio

Los Príncipes Demonio
Jack Vance

Harto de esperar la edición de Gigamesh, que lleva prometida años pero nunca aparece, he recurrido a los amigos para poder leer los míticos “Príncipes Demonio” de Vance.

Solo he podido completar la lectura del primero de ellos (Malagate el Funesto). La desbordante imaginación de Vance vuelve a proporcionar un decorado suntuoso, pero en esta ocasión lo que sustenta la trama es una especie de investigación policial para acabar con estos criminales príncipes. Y esa trama es muy endeble. Todo en ella resulta evidente y el tratamiento (al menos en la parte del libro que he podido soportar) de los personajes es completamente superficial; el autor les confiere determinados rasgos que no tienen ninguna influencia en su comportamiento y la interacción entre ellos en los supuestos clímax de la narración raya lo esperpéntico.

Reconozco que ha sido una gran decepción, como ya me ha sucedido con otros libros del género que llevaban años descatalogados y fueron largamente esperados.

lunes, 16 de julio de 2012

Los cuentos de Kipling


Relatos
Rudyard Kipling

Acabo de terminar este volumen que recoge una selección (pequeña: escribió centenares) de los cuentos de Kipling. Solo conocía su novela “Kim” y el clásico “Libro de las tierras vírgenes” y me pareció que como aficionado estaba obligado a leer algo más de alguien como él.

Dicen que es difícil opinar sobre la obra de Kipling porque se mezcla con el personaje público, defensor del Imperio y de la probidad y la superioridad del blanco sobre todos los demás. A mí las valoraciones políticas aplicadas a las obras de arte siempre me han dejado indiferente. Además, creo que en el caso del británico hace ya mucho tiempo que cualquier opinión suya ajena a la literatura ha dejado de tener importancia y, aunque es cierto que alguno de sus personajes realiza algún comentario que puede ofender, lo mismo podría decirse de otros escritos de cualquier época.

Lecturas políticas aparte, lo que hay en este volumen es una de las mejores colecciones de relatos que puedan leerse. Aquí están los aventureros que se convirtieron en reyes de Kafiristán; el indefinido Morrowbie Jukes que, tras una loca cabalgada, termina en un Purgatorio en vida; el pobre niño trasladado a Inglaterra para educarse en las costumbres de un pueblo civilizado; los dos parias que terminan, de un modo inesperado, convertidos en héroes en “Tambores de guerra”; el hombre que aspiraba a ser escritor y solo lograba crear literatura cuando recordaba que antes había sido otros hombres; los cartesianos ingenieros constructores de puentes enfrentados al panteón hindú; el inefable cristal que los musulmanes llaman ojo de Alá; Shakespeare inventando la Biblia...

Todo en un estilo consumado, como muestra esta descripción del protagonista de “El alba malograda”:

Carecía del más mínimo pudor, en cuanto a autobombo y “reconocimiento”; elaboraba siniestras intrigas; establecía mezquinas amistades y alianzas que disolvía a la semana siguiente en favor de relaciones más prometedoras; adulaba, desairaba, sermoneaba, manipulaba y mentía con el desenfreno de un político en su afán por conseguir el título de caballero, no para él (no dejaba de invocar a su Hacedor para que lo librara de semejante pensamiento), sino como tributo a Chaucer.

Es imposible resumir el tesoro que encierra este libro. Tan imposible como destejer algunos de los relatos que aparecen en él, que están escritos con engañosa sencillez y, sin embargo, son de una sutileza inaprensible.

Letras de oro.

miércoles, 11 de julio de 2012

Industrias y andanzas de Alfanhuí


Industrias y andanzas de Alfanhuí
Rafael Sánchez Ferlosio

La verdad es que tuve mucha suerte. No hubo ningún profesor luminaria con la ocurrencia de obligarme a leer este libro de Ferlosio; porque en aquel momento no lo habría apreciado en lo que vale y habría aborrecido al autor, como ya me sucedió con otros, durante décadas.

En su ensayo “España 1936-1950: Muerte y resurección de la novela” Miguel Delibes recoge sus opiniones sobre el arte de Ferlosio. Para el vallisoletano se trata del mejor prosista español de la segunda mitad del s.XX y concluye que a Ferlosio la novela le aburría, le resultaba fácil de desarrollar y superficial en sus contenidos.

Si lo dice Delibes imagino que se aproximará a la verdad. Lo cierto es que asombra que el autor de estas páginas sea el mismo que el de “El Jarama” porque aquí nos encontramos con las fantasiosas correrías de un muchacho a través de lugares ordinarios para nosotros (Alcalá, Castilla, Madrid, Moraleja) que, sin embargo, se transforman en geografías fantásticas, habitadas por personajes peculiarísimos y en las que acontecen hechos singulares. Y todo en una prosa tan bella, exacta, rica y deslumbrante que, visto el panorama actual, parece acuñada más por un autor del otro lado del Atlántico que por un español.

Es un auténtico festín en el que se conjugan los pasajes complejos con otros de una sencillez que te desarma como lector y te hace vivir las sensaciones del protagonista:

“Tienes ojos amarillos como los alcaravanes; te llamaré Alfanhuí porque este es el nombre con que los alcaravanes se gritan los unos a los otros"

Me ha encantado también, no solo por su belleza sino por el modo en que condiciona la lectura de la novela, la cita de las Escrituras (Mateo: 6-22) con la que el autor prologó el texto:

"La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo es limpio, todo tu cuerpo será luminoso"

lunes, 9 de julio de 2012

Caviar

Caviar   
Theodore Sturgeon

De Sturgeon, aunque es uno de los nombres clásicos del género y siempre ha estado presente en la editoriales españolas, solo había leído la colección de relatos “La fuente del unicornio”. Aprovechando los saldos de Minotauro de hace unos años adquirí esta otra recopilación, de tan solo ocho cuentos, espléndidamente editada.

Son relatos escritos entre 1941 y 1955 y todos se construyen con el mismo procedimiento: se describe una situación que al final se resuelve, en un final rápido, de un modo imprevisto respecto al desarrollo previo del argumento. El efecto sorpresa depende en gran medida de la cantidad y variedad de lecturas que se llevan a cuestas. Tampoco deslumbra, cuando aparece, la pirotecnia científico-tecnológica. En realidad los intereses de Sturgeon se centran en las personas y en sus reacciones sentimentales e incluso éticas. Cada cuento trata de las relaciones humanas (la dependencia afectiva, la codicia, la empatía hacia los demás, la niñez) y los únicos fácilmente encuadrables en lo que un lector habitual consideraría ciencia-ficción quizá sean “Un dios microcósmico” y “Medusa”.

De los ocho cuentos, “Fantasma” me ha parecido el más flojo con diferencia. “Un rayo de luz” pierde interés conforme se avanza en su lectura y al final ha resultado decepcionante. En el extremo opuesto, por su brillantez y lo absorbentes que resultan, colocaría a Un dios microcósmico y “Sombras en la pared”.

En cualquier caso los ocho están escritos con primor. Con una eficacia que asombra. A Sturgeon le bastan una frase o un adjetivo para describir un personaje, una psicología, una necesidad. Merece la pena conocerlos.