Orden mundial
Henry Kissinger
Nuevo libro del influyente
exsecretario de Asuntos Exteriores norteamericano escrito a sus noventa años
con una agudeza y lucidez envidiables. El ensayo recorre las distintas
concepciones de orden internacional (cómo sistematizar las relaciones entre los
países) concebidas a lo largo de la historia examinándolas por regiones geoestratégicas:
Europa, Oriente Próximo, Asia y Estados Unidos. En esa parte Kissinger está en
su elemento y sin aparente esfuerzo sintetiza las principales aproximaciones a
las relaciones internacionales y cómo han ido modificándose a lo largo del
tiempo, así como los detonantes de esos cambios.
El último capítulo está dedicado
a las armas nucleares (nuevamente especialidad de la casa) y… a las nuevas
tecnologías y su influencia en los asuntos internacionales. Y el autor, que se
declara incompetente en esos temas, es capaz de cuajar en unas pocas páginas un
punto de vista profundo, meditado y sustantivo de la cuestión, prescindiendo de
los detalles técnicos y centrándose en las consecuencias que las nuevas
herramientas tienen en la percepción pública de la política y en el comportamiento
de los responsables púbicos.
Desde el comienzo, y al contrario
que en otros ensayos anteriores como “Diplomacia”
donde era más ambiguo, Kissinger se posiciona como defensor de la razón de
estado que concibió Richelieu: los asuntos de política interior debe
resolverlos cada nación, pero es necesario llegar a acuerdos que permitan las
relaciones pacíficas entre estados y eviten los conflictos armados o los
reduzcan tanto como sea posible. Naturalmente, insta a olvidar las posiciones
rígidas y a buscar un sistema que reduzca el caos y sea flexible para evitar su
ruptura.
Sorprende también la ecuanimidad
(¿quizá hipocresía?, ¿quizá conveniencia?, ¿quizá el resultado de años de
reflexión combinada con actividad diplomática?) con que se aproxima a las
entidades políticas ajenas a Occidente, el modo en que trata de dejar claro que
los valores europeos y norteamericanos pueden no ser exportables (y mucho menos
por imposición) a otras sociedades.
En definitiva, un libro
condensado, rico, una pieza de gran calibre como por ejemplo esta reflexión
(página 363):
“Cuando se construye un orden mundial, una cuestión clave
inevitablemente concierne a la esencia de sus principios unificadores: que
implica una distinción cardinal entre los enfoques occidentales y no occidentales
del orden. Desde el Renacimiento, Occidente ha estado profundamente
comprometido con la noción de que el mundo real es exterior al observador, que
el conocimiento consiste en registrar y clasificar datos y que el éxito de la
política exterior depende de evaluar las realidades y tendencias existentes. La
paz westfaliana representó una valoración de la realidad – particularmente de
las realidades del poder y el territorio – como concepto ordenador temporal
sobre las exigencias de la religión.
Las otras grandes civilizaciones contemporáneas concebían la realidad
como algo interno al observador, definida por sus convicciones psicológicas,
filosóficas o religiosas (…)”
O esta otra (página 372):
“Si quiere desempeñar un papel responsable en la evolución del orden
mundial del siglo XXI, Estados Unidos tendrá que estar preparado para responder
unas cuantas preguntas:
¿Qué queremos prevenir, o importa cómo sea, y solo si es necesario? La
respuesta define la condición mínima de la supervivencia de la sociedad (…)”
Inexplicablemente, la traducción contiene unas cuantas erratas de bulto. Y
yo me pregunto, ¿qué haría una inteligencia raquítica como la de Trump con lo
que contiene este libro?