domingo, 22 de enero de 2017

Todo lo que hay

Todo lo que hay
James Salter

Otro Salter. De nuevo las mismas motivaciones que en la colección de relatos: el transcurrir de la vida, sin objetivo, sin causas aparentes, la futilidad de los deseos y nuestro sometimiento a ellos.

El argumento es casi lo de menos. El alistamiento en el ejército, la experiencia del combate, el paso a la vida civil, la sucesión de amantes y esposas, la decepción causada por otras personas y la causada a quienes depositaron sus esperanzas y deseos en el protagonista.

Alrededor de la historia principal la novela evoluciona en bucles que van adelante y atrás, que tratan personajes relacionados con el protagonista, todo fácil, fluido, con algunas grandes metáforas (las de la guerra son formidables) que no requieren un lenguaje forzado ni hacerse notar. Qué gran escritor.

martes, 17 de enero de 2017

Putting the record straight

Putting the record straight
John Culshaw

La autobriografía del productor que llevó a Decca al puesto de privilegio que aún ocupa entre los sellos dedicados a la clásica. Culshaw nos ahorra su niñez y en la primera línea del libro se sitúa en Londres, un domingo, reproduciendo el trayecto en metro que repetirá al día siguiente para ir de su alojamiento a su primer puesto de trabajo serio: el último mono del entonces secundario y poco prestigioso sello discográfico Decca.

La verdad es que el currículo de Culshaw y esas primeras líneas prometían un viaje apasionante pero al final el único viaje es el que hacemos durante el servicio militar de Culshaw en la RAF, donde terminó de operador de radar sin haber pilotado ni un avión.

Todo lo demás es un trabajoso menudeo de líos de empresa entre personas irrelevantes para nosotros, comentarios sobre contratos y las dificultades para firmarlos y apariciones estelares de los nombres de los músicos que grabaron con él en aquellos años dorados. Pero una vez finalizado el libro, no sabemos nada de cómo era un día de grabación, cómo se decidían los emplazamientos de los micrófonos, con qué criterios se elegían el repertorio y los intérpretes o cómo eran esos intérpretes en el estudio.

De propina hay alguna buena anécdota, como el “¿de dónde ha salido este cowboy?” de Karajan durante la grabación de Aida refiriéndose a MacNeil, que al parecer era poco sutil y no atendía a las indicaciones. Poco más.

jueves, 12 de enero de 2017

Orden mundial

Orden mundial
Henry Kissinger

Nuevo libro del influyente exsecretario de Asuntos Exteriores norteamericano escrito a sus noventa años con una agudeza y lucidez envidiables. El ensayo recorre las distintas concepciones de orden internacional (cómo sistematizar las relaciones entre los países) concebidas a lo largo de la historia examinándolas por regiones geoestratégicas: Europa, Oriente Próximo, Asia y Estados Unidos. En esa parte Kissinger está en su elemento y sin aparente esfuerzo sintetiza las principales aproximaciones a las relaciones internacionales y cómo han ido modificándose a lo largo del tiempo, así como los detonantes de esos cambios.

El último capítulo está dedicado a las armas nucleares (nuevamente especialidad de la casa) y… a las nuevas tecnologías y su influencia en los asuntos internacionales. Y el autor, que se declara incompetente en esos temas, es capaz de cuajar en unas pocas páginas un punto de vista profundo, meditado y sustantivo de la cuestión, prescindiendo de los detalles técnicos y centrándose en las consecuencias que las nuevas herramientas tienen en la percepción pública de la política y en el comportamiento de los responsables púbicos.

Desde el comienzo, y al contrario que en otros ensayos anteriores como “Diplomacia” donde era más ambiguo, Kissinger se posiciona como defensor de la razón de estado que concibió Richelieu: los asuntos de política interior debe resolverlos cada nación, pero es necesario llegar a acuerdos que permitan las relaciones pacíficas entre estados y eviten los conflictos armados o los reduzcan tanto como sea posible. Naturalmente, insta a olvidar las posiciones rígidas y a buscar un sistema que reduzca el caos y sea flexible para evitar su ruptura.

Sorprende también la ecuanimidad (¿quizá hipocresía?, ¿quizá conveniencia?, ¿quizá el resultado de años de reflexión combinada con actividad diplomática?) con que se aproxima a las entidades políticas ajenas a Occidente, el modo en que trata de dejar claro que los valores europeos y norteamericanos pueden no ser exportables (y mucho menos por imposición) a otras sociedades.

En definitiva, un libro condensado, rico, una pieza de gran calibre como por ejemplo esta reflexión (página 363):

“Cuando se construye un orden mundial, una cuestión clave inevitablemente concierne a la esencia de sus principios unificadores: que implica una distinción cardinal entre los enfoques occidentales y no occidentales del orden. Desde el Renacimiento, Occidente ha estado profundamente comprometido con la noción de que el mundo real es exterior al observador, que el conocimiento consiste en registrar y clasificar datos y que el éxito de la política exterior depende de evaluar las realidades y tendencias existentes. La paz westfaliana representó una valoración de la realidad – particularmente de las realidades del poder y el territorio – como concepto ordenador temporal sobre las exigencias de la religión.

Las otras grandes civilizaciones contemporáneas concebían la realidad como algo interno al observador, definida por sus convicciones psicológicas, filosóficas o religiosas (…)”

O esta otra (página 372):

“Si quiere desempeñar un papel responsable en la evolución del orden mundial del siglo XXI, Estados Unidos tendrá que estar preparado para responder unas cuantas preguntas:

¿Qué queremos prevenir, o importa cómo sea, y solo si es necesario? La respuesta define la condición mínima de la supervivencia de la sociedad (…)”

Inexplicablemente, la traducción contiene unas cuantas erratas de bulto. Y yo me pregunto, ¿qué haría una inteligencia raquítica como la de Trump con lo que contiene este libro?

miércoles, 4 de enero de 2017

Sonata a Kreutzer

Sonata a Kreutzer
Lev Tolstói

Un Tolstói para empezar el año. Uno menor en extensión que se publicó en 1889 y que me ha parecido muy relacionado con su “Confesión” (1882), en la que también se pone a caldo a sí mismo juzgando de forma despiadada todos los excesos de su juventud, su promiscuidad, su confusión entre amor y deseo, entre compartir la vida con alguien y poseer a esa persona.

El enfoque de la relación de pareja es naturalmente machista (no puede ser de otra manera para un ruso nacido en 1828 y educado en la época de los zares) pero las reflexiones sobre el género humano, sobre el deseo, sobre la incompatibilidad que puede llegar a haber entre dos personas y sus terribles consecuencias no tienen fecha de caducidad. Y además, ¡qué bien escribía Tolstói!