Doblan por los mastines
Steven Erikson
¡Vuelve Malaz! Ediciones B, con
gran ojo, se ha lanzado a rescatar del catálogo de la Factoría de ideas las
sagas y autores más atractivos y a pescar los grandes nombres de la ciencia
ficción actual que no se publicaban en castellano (Liu Cixin a la cabeza). Como
todo dura cada vez menos, Mondadori acaba de adquirir la editorial así que ya
veremos si todo sigue como hasta ahora (bien) o sucede como con Minotauro tras
comprarla Planeta, que a efectos prácticos fue la liquidación del veterano
sello.
Pero de momento aquí tenemos el
octavo de Malaz, que sigue los pasos del Séptimo y va reuniendo pedazos de la
historia y poniendo en contacto a personajes que hasta ahora habían funcionado de
forma autónoma. Conserva el atractivo de todos los Malaz, con sus misterios y
su visión colosal de todos los sucesos y además hay alguna revelación jugosa
(como el origen de las Casas de Azath y de los Mastines). Sin embargo, el
enfoque humorístico de muchos pasajes es poco eficaz (lejos de mi admirado
Bicho) y quizá haya un exceso de reflexiones que hacen que la historia sea
menos dinámica. También me parece que se repite demasiado el recurso de iniciar
y terminar capítulos con una larga elipsis en la que se esboza el recorrido de
alguno de los hilos sin citarlos expresamente; son muchas páginas y ese tipo de
recursos necesita de variedad para no caer en la sensación de repetición.
Los dos últimos capítulos, con una acción endemoniada a escala gigantesca, son
harina de otro costal; evocan auténtico y genuino sentido de la maravilla. Un gran logro de Erikson, que no
sé cómo se las habrá arreglado para que el Décimo, que abrocha toda la
historia, esté a la altura como clímax.
Deseando ya que llegue el Noveno.