viernes, 23 de octubre de 2020

El director es la estrella I


El director es la estrella I
Peter Bogdanovich

Dos libros que recogen las entrevistas realizadas por Bogdanovich a muchos de los grandes directores del Hollywood clásico. Hay una larga e inconexa introducción a cargo del propio Bogdanovich, muy interesante cuando habla de otros y muy aburrida cuando detalla su currículo. El bueno de Peter, que fue una estrella de la dirección un tanto efímera, carece de interés frente a sus entrevistados. Lo mejor de la introducción son las frases de Orson Welles:

“El enemigo de la vida es la mediana edad. La juventud y la vejez son épocas estupendas. Debemos valorar la vejez y dar a los genios la capacidad de funcionar en su vejez. No quitarlos de en medio”

Las entrevistas son bastante variadas; en algunos casos se trata tan sólo de notas recogidas durante una conversación y en otros son el producto de muchas horas de preguntas y respuestas espaciadas durante varios años. El resultado de las entrevistas también depende, lógicamente, del carácter y circunstancias del entrevistado.

Por ejemplo, Raoul Walsh decidió publicar sus memorias y canceló las entrevistas, así que lo que publica Bogdanovich excluye la parte más interesante de la filmografía del director, del que, en cualquier caso, queda claro que fue todo un personaje (marinero, domador de caballos, extra, actor y director).

El libro arranca con Allan Dwan, completamente desconocido para mí, que comenzó en los auténticos inicios del cine. Un predecesor de todos los demás directores. Trabajó a destajo, a veces con las grandes estrellas del momento, pero las condiciones de la época y el advenimiento de nuevas técnicas lo dejaron un poco en la cuneta (en contra de sus deseos). Lo más llamativo de Walsh y Dwan es que reflejan una época en la que la especialización no era necesaria: de entrada, se contaba con cualquiera que mostrara disposición para cualquier puesto. Impensable hoy día.

La entrevista a Fritz Lang es la que más me ha gustado de este primer volumen; incisiva, penetrante, perturbadora en algunos aspectos y muy rica en reflexiones sobre el uso de la cámara o la elección de argumentos para transmitir una idea. Lang debió de ser bastante perturbador, porque incluso la introducción que le hace Bogdanovich tiene un tono inquietante.

A Josef von Sternberg imagino que lo incluyó porque tenía relación personal con él: se niega a contestar ninguna pregunta y cuando responde lo hace prácticamente con monosílabos.

El gran Howard Hawks, con quien el autor tuvo un trato estrecho durante muchos años, se lleva la parte del león del volumen y su entrevista es un tercio del total del libro. Hace gala de esa actitud tan típica de la mayoría de directores de su generación (Ford a la cabeza): no soy un artista, esto es un negocio de entretenimiento, no sé por qué hice tal cosa, se está usted poniendo complicado (al intentar esclarecer las motivaciones de algún personaje), etc. Leyendo sus respuestas parece que con tres o cuatro buenos actores cualquiera podría haber emulado su prodigiosa filmografía.

Y el broche lo pone Alfred Hitchcock, que estaba claramente orgulloso de su trabajo y no tiene inconveniente en detallar todas las técnicas que utilizó (pensadas y ejecutadas con precisión milimétrica) para lograr los efectos de cámara de sus películas. Es otra entrevista enriquecedora, pero después de lo que hizo Truffaut en sus conversaciones con el genio británico, ya no hay mucho más que hacer con Hitchcock en el formato entrevista.

Una gran lectura. A ver qué nos depara el segundo tomo.

domingo, 11 de octubre de 2020

El hombre que nunca existió

 

El hombre que nunca existió
Ben Macintyre

Tras la batalla de El Alamein, después de haber tomado la decisión de invadir Sicilia, los Aliados intensificaron el complejo juego de espías, contra espías y falsas informaciones que jugaban con los alemanes en Europa. Era necesario hacerles creer que Sicilia no iba a ser invadida, presentarla como una maniobra de distracción y desviar su atención hacia un objetivo falso (Creta o Cerdeña).

Y de ahí nació la operación “Carne picada”, en la que se transformó un cadáver anónimo en un oficial de la marina británica que portaba documentos confidenciales describiendo la falsa invasión. Conseguir el cadáver, transportarlo hasta España y dejarlo embarrancar en la playa de forma que la red de espionaje alemana pensara que había atrapado una pieza de caza mayor era el objetivo de la operación.

Las peripecias para lograrlo sin que los alemanes sospecharan y la descripción de las exóticas personalidades envueltas en la aventura son el contenido del libro de Macintyre. Entretenido, sorprendente… y probablemente incluso real.