martes, 29 de diciembre de 2020

El infinito en un junco

 

El infinito en un junco
Irene Vallejo

 
Unos jinetes al servicio del faraón de Egipto recorren Grecia con las bolsas repletas de oro. Buscan libros. La Gran Biblioteca de Alejandría, famosa en todo el mundo antiguo, pero de la que nadie dejó una descripción (¿cómo eran el edificio, las salas, los depósitos de los libros?), lo engulle todo; el faraón desea que aglutine todos los libros del mundo.

Así comienza el bello ensayo de Irene Vallejo, que va desde los orígenes de la escritura y del libro como objeto hasta el final del Imperio romano, viajando siempre entre el pasado y el presente, anudando nuestra visión con la del pasado mediante ese objeto milenario que es el libro.

En la parte dedicada a Roma pierden presencia los temas históricos y aparecen con más frecuencia las cuestiones de actualidad, por lo que el ensayo pierde algo de brío e interés. En cualquier caso, es muy entretenido, tiene pasajes muy hermosos y acumula enormes cantidades de datos, citas y curiosidades poco conocidas. Como ésta:

¿Qué?
¿Todavía escucháis a Mendelssohn?
¿Todavía recogéis margaritas?
¿Todavía celebráis los cumpleaños de los niños?
¿Todavía ponéis nombres de poetas a las calles?
Y a mí, en los años setenta de dos siglos atrás, me aseguraban que los tiempos de la poesía habían pasado, al igual que el juego de las prendas, o leer las estrellas, o los bailes en casa de los Rostov
¡Y yo, tonto, casi lo creí!
Izet Sarajlc: “Carta al año 2176”

lunes, 14 de diciembre de 2020

Exhalación

 

Exhalación
Ted Chiang

Creo que “La historia de tu vida” (Bibliópolis, 2004) y este “Exhalación” que publica Sexto Piso (y que repite dos relatos que editaron Terra Nova y Sportula: “El ciclo de vida de los elementos de software” y “La verdad de los hechos, la verdad del sentimiento”, que en la traducción anterior era la verdad del corazón) reúnen todo lo escrito por este neoyorquino de origen chino. Menos de veinte cuentos en treinta años de actividad.

La prosa de Chiang es bastante normal; es raro encontrar en ella destellos, hallazgos sugerentes y desde luego no se la puede asociar a eso que solemos etiquetar como estilo en literatura. Los esfuerzos de nuestro autor se vuelcan en el contenido de cada historia que cuenta, en exprimir al máximo posible el tema de cada relato, tratando de agotar sus posibilidades. No extraña que necesite tanto tiempo para cada pieza terminada: se pueden releer muchas veces y siempre mueven a la reflexión.

Y así conocemos al alquimista que fabrica un maravilloso portal al pasado y al futuro, que atraviesan diferentes personajes, anudando un hilo en el que al final pasado y futuro se acoplan y resultan inamovibles; o esos seres que respiran el aire de unos pulmones hechos de titanio y que descubren una termodinámica hecha de aire y no de calor. La niñera autómata, la civilización que descubre que no es tan única ni tan reciente como piensa que es y los prismas que comunican dos realidades paralelas de un mismo individuo son otras de las joyas reunidas en el volumen.

Que escriba muchos más, Mr. Chiang.

lunes, 7 de diciembre de 2020

El Dios Tullido

El Dios Tullido
Steven Erikson

Y muchos años después, por fin se termina el camino. Décima y última entrega de Malaz. El resultado es satisfactorio por magnitud y por las sensaciones que proporciona, aunque es un libro en la línea de los últimos de la saga; Erikson opta en la mayoría de los capítulos (que no son cortos) por micro intervenciones de personajes y grupos de personajes, lo que para mi gusto le resta fuelle a la acción; además, al ser el último libro, parece que se ha sentido obligado a que todos lo protagonistas (que han sido centenares) tengan como mínimo una breve aparición. A eso hay que añadir que, por supuesto, y como ya se sabía casi desde el comienzo, iba a ser imposible que se explicaran todos los misterios… suponiendo que el propio Erikson, que ha terminado dando la sensación de haberse visto superado por la escala de la historia que ha construido, tenga una idea clara de los motivos y orígenes de algunos de sus personajes.

A pesar de los pesares, Erikson sigue proporcionando lo que se empeñó en ofrecer desde el comienzo: sentido de la maravilla y una historia a escala colosal. ¿Quién no querría ser un Abrasapuentes, tener un amigo como Ben el Rápido o ver un dragón? Ha merecido la pena. Da pena que se haya terminado. Y chapó para Ediciones B, que ha hecho la hazaña de retomar desde el comienzo una saga abandonada justo a la mitad por otra editorial y llevarla hasta el final.