jueves, 25 de enero de 2018

Acero puro

Acero puro
Richard Matheson

Al calor de la película (que tiene poco que ver con el espíritu del cuento en el que se basa), Edhasa publicó esta recopilación de relatos de Matheson. Poco después Gigamesh, en uno de esos proyectos lujuriantes que se permite desde que el hielo y el fuego la hicieron rica, se embarcó en la aventura, ya completada, de publicar todos los relatos del norteamericano.

Los trece relatos de esta antología se publicaron originalmente entre 1951 y 1956, así que pertenecen a la época formativa del autor – que, a pesar de estar en sus comienzos como escritor, fue capaz de escribir “Soy leyenda” en aquellos años -. De hecho, algunos relatos resultan casi chapuceros, supongo que escritos para cumplir un plazo o conseguir un ingreso. A pesar de ello todos demuestran imaginación e ideas.

Matheson, como Asimov, no fue nunca un autor preocupado por el estilo: usaba las palabras para contar una historia en la que lo importante eran los acontecimientos narrados. No necesitaba mucho para crear un ambiente y generar inquietud así que todos los relatos son muy dinámicos y se leen rápidamente.

Después de haberlos dejado reposar, me quedo con la historia de dominación contada en “El ser”, con el que da título a la antología (que me recuerda muchísimo al Jack London de “Por un bistec”) y con el divertido e irreverente “El funeral”. El resto están bien pero no creo que me quede ningún recuerdo de ellos. Lo bueno de Matheson es que nunca era aburrido.

martes, 23 de enero de 2018

Alex

Alex
Pierre Lemaitre

Un nuevo caso del comandante Verhoeven. Años después de los acontecimientos narrados en la anterior entrega, nos encontramos un Camille encerrado en sí mismo, al margen de la actividad importante del departamento y alejado de los que fueron sus colaboradores. El rapto de una mujer lo lleva de nuevo al centro del huracán.

Una novela con varios cambios de perspectiva, más interesante que la anterior, que le debía demasiado a la pose literaria, lo que para mi gusto le restaba pegada. Aquí el argumento está dividido en tres partes y las víctimas y los verdugos van cambiándose los papeles en cada una de ellas.

Faltan dos para completar lo que Lemaitre lleva escrito sobre nuestro pequeño gran comandante.

lunes, 15 de enero de 2018

Cuentos completos

Cuentos completos
Robert Louis Stevenson

Varios años después, al fin he terminado la lectura los cuentos de Mr. Robert Louis. No escribió muchos pero tampoco tuvo demasiados años para hacerlo. Al haber sido una lectura tan espaciada, cuesta fijar una imagen pero la sensación final es la de un conjunto irregular salvo en la factura de la prosa: todos los cuentos de Stevenson están, como mínimo, muy bien escritos; y eso que los primeros se los publicaron con catorce añitos. Por ejemplo, esta muestra de “La providencia y la guitarra”:

"Cuando llevaba gabán, no se dignaba a meter los brazos por las mangas: lo sujetaba con un único botón sobre los hombros cuando lo echaba hacia atrás a la manera de una capa, y lo lucía con el ademán y la presencia de un Almaviva. Soy de la opinión de que monsieur Berthelini rondaba la cuarentena. Pero, glorificado con aquellas galas, tenía un corazón de niño e iba por la vida como un muchacho en plena interpretación dramática."

En general en todos ellos hay un trasfondo moral; una preocupación por el alma y el torrente de los sentimientos, que en muchas ocasiones nos empujan a decisiones precipitadas. Por anotar algunos de mis preferidos, me pareció muy bueno “Los juerguistas”, crepuscular y marinero; y también “El tesoro de Franchard”, humano y encantador. De “El pabellón de las dunas”, muchos años descatalogado, esperaba más.

Pero la magia auténtica comienza en “Cuentos de las noches en las islas”. “La playa de Falesá”, que trata sobre la manipulación de las mentes; “El diablo en la botella”, sobre los deseos materiales, con una escalada de tensión reguladísima; “La isla de las voces”, llena de una fantasía terrible… Manjares irrepetibles.

Mención aparte para las acuarelas que ilustran el libro, despojándolo de cualquier rasgo infantil.

domingo, 14 de enero de 2018

Irène

Irène
Pierre Lemaitre

Pensando por qué leo poca novela negra he llegado a la conclusión de que se debe a que todas me parecen muy similares: o se basan en una trama intrincada, o en un protagonista carismático por algún motivo o en una combinación de ambas. Y el resto me suele parecer relleno. Aún así es un género entretenido y de vez en cuando hay que cambiar y renovarse.

Así que me he puesto con el ciclo dedicado al inspector Camille Verhoeven, serio, dinámico, agudo… y bajito (1.45 de estatura). Como personaje, me ha resultado más atrayente su ayudante Louis y el conjunto del equipo policíaco con el que trabaja en este caso. Naturalmente, los asesinatos son terroríficos; en esta ocasión inspirados en obras del género y utilizados por el asesino para escribir una novela basada en su propio caso.

Desenlace tremendo, bien hecha – aunque de prosa sumaria pero eficaz – y diferente a lo habitual. Seguiré con el inspector.

lunes, 8 de enero de 2018

El desencantado

El desencantado
Budd Schulberg

La literatura es algo inexplicable. El padre de Schulberg comenzó trabajando como redactor de anuncios en los comienzos de Holywood y de ahí fue ascendiendo hasta ser guionista de películas importantes; el propio Budd, a pesar de las recomendaciones en contra, siguió sus pasos y terminó de guionista y productor en las majors. En los ochenta publicó unas memorias (“De cine”) que también editó Acantilado y que compré con mucha ilusión… para terminar desencantado ante un libro en el que realidad y ficción eran indistinguibles hasta un punto en el que los propios protagonistas parecían caricaturas.

A pesar del chasco comencé esta novela y resulta que lo que en las memorias parecía una farsa, aquí es completamente real, tangible y cercano. El ascenso y caída del gran escritor Manley Hallyday; ascenso narrado por el propio escritor en unos seductores capítulos titulados “Asuntos pendientes”, y descenso contemplado en primer plano por el joven aspirante a guionista Shep Stearns.

Hallyday es un trasunto de Scott Fitzgerald y Shep es el propio Budd Schulberg. Y hay más verdad acerca de las personas, la época y Hollywood en esta novela escrita con prosa de seda que en mil memorias como las que Schulberg se inventó, intentando quizá quitar hierro al terrible asunto de la autodestrucción de las personas.