El
Consejo de Hierro
China
Miéville
Con
esta novela Miéville completó, al menos hasta la fecha, las
dedicadas al escenario de su fabulosa ciudad Nueva Crobuzon. La
primera (“La estación de la Calle
Perdido”) es la más desaforada,
una auténtica avalancha de ideas e imágenes que al principio no
hay por dónde coger y después se va encauzando (al menos
relativamente). En “La cicatriz”
el autor se muestra más comedido pero sin renunciar al barroquismo y
a la mezcla de temas, con lo que consigue una novela igual de
atractiva que la anterior pero mejor acabada.
“El
Consejo de Hierro” es el tercer
envite y carece del atractivo de sus predecesoras. Para empezar, la
estructura de la novela lastra el desarrollo: se tratan la historia de
un joven revolucionario, el viaje de un grupo de renegados para
encontrar el mítico Consejo de Hierro y, en un extenso bloque central, la historia de uno de los renegados y de la formación del
consejo. Esa sección central, además de estar narrada de forma dispersa, interrumpe la
trama y hace que se olviden las historias precedentes. Cuando
finalmente engarza con las otras dos ramas del argumento todo resulta forzado y, en el caso
del Consejo de Hierro, un tanto grotesco. A
partir de ese momento se suceden diferentes finales que van
abrochando las distintas tramas, pero todo ocurre de un modo
desorganizado, con tal acumulación de sucesos que el resultado es
disperso y sin clímax.
De
las novelas que he leído de Miéville es claramente la peor.