El Conquistador del Mundo
René Grousset
Los mongoles fueron un pueblo nómada, sin tradición escrita ni
registros precisos sobre su historia. Por lo tanto, lo que conocemos de Gengis
Kan proviene de la tradición oral de los bardos mongoles y de las crónicas de
los escribas persas; el propio Kan murió siendo analfabeto.
Esto hace que las fuentes históricas
den una imagen bastante distorsionada del personaje; y cuanto más nos adentramos
en los orígenes de la vida de Gengis, más relacionados con el mito y la leyenda
están los relatos sobre su vida.
Grousset se ciñe literalmente a
las fuentes conocidas y hace un recorrido longitudinal, sin cuestionar ni
cotejar los relatos que recoge con otras fuentes y hechos; a la manera habitual
de la mayoría de los autores antes de los años cincuenta (el libro es de 1944).
Por lo tanto, Gengis resulta un
personaje casi mítico, con augurios que apuntaban su grandeza desde su niñez.
El tono de su historia recuerda a las mil y una noches, sucediéndose los
episodios (el ataque de los tártaros, el rapto de sus hermanos, etc.) como
pequeñas historietas sin más profundidad. Así, la enorme campaña militar contra
los turcos orientales, que duró más diez años y llevó a los jinetes mongoles
desde China hasta Irán y el Mar Caspio, se presenta sin más como la venganza
del Kan contra una ofensa del gobernador persa, que ordenó decapitar al
emisario del Kan.
También hay algunos incisos del
autor que resultan, leídos hoy día, de lo más peculiares. Por ejemplo, este de
la página 263, cuando los mongoles habían arrasado ya la mayor parte de Persia,
ejecutado a decenas de miles de prisioneros (civiles, niños, mujeres, ancianos)
y destruido decenas de ciudades:
“Gengis Kan continúa mostrándose personalmente aquí como el igual a los
más grandes entre los hacedores de historia, y no es culpa suya si el Alejandro
mongol manda a unas tropas que han permanecido casi en el mismo estado cultural
que los pieles rojas de las praderas americanas en el siglo XVIII.
Una vez hecha esta salvedad a fin de permanecer estrictamente fiel a la
objetividad histórica, permítasenos no disimular nuestro horror por tan abominables
matanzas. Con todas nuestras fuerzas - ¿es necesario decirlo? -, estamos de
parte de la civilización arábigo-persa contra los bárbaros que intentaron – en vano,
gracias a Dios – aniquilarla.”
Resulta llamativo el pedestal en
el que se coloca al conquistador. El resultado final de la marea mongola fue
que las grandes civilizaciones a las que sometieron terminaron absorbiéndolos; en
China aprendieron la cultura China y en el oriente turco sucedió igual; a fin
de cuentas, los mongoles, excepto por su caballería y salvajismo, no tenían
nada que oponer a esos sistemas milenarios.
Resumiendo, no me parece un libro que sirva para hacerse una idea fidedigna
del terrible conquistador, pero, a pesar de todo, es un libro bello y se
disfruta leyéndolo.