Cary Grant
Marc Eliot
Grant es otro de esos famosos casi herméticos; casi todo lo que sabemos de su persona nos ha llegado a través de testimonios de terceros. Mediante esos testimonios e investigaciones propias, Eliot trata de arrojar luz sobre la persona y el porqué del personaje.
Cuando Archie Leach, que es como civilmente se llamaba Grant, llegó a Hollywood ya había pasado por el abandono de su padre, que prefirió una nueva familia, y la desaparición de la madre. Sólo, se enroló en una compañía de cómicos que giró por el Reino Unido para después saltar a Estados Unidos. Allí todo fue difícil y a veces sórdido, como sus años trabajando como chico de compañía en la agencia de Mae West. Cuando por fin llegó la oportunidad en el cine y el estudio le eligió un nombre vendible, el recién nacido Cary Grant se compró un perro al que llamó con su auténtico nombre. Parece que ese desdoblamiento de personalidad entre lo que el público esperaba de él y lo que realmente era lo acosó toda su vida.
Su vida privada imposible (la relación con Randolph Scott añadida a su atracción por las mujeres: llegó a enamorarse de casi todas sus compañeras de reparto), su obsesión por el dinero, bien conocida en el mundillo, y episodios de los que aún hoy no se sabe nada (dos años desaparecido en los que probablemente se sometió a un tratamiento de desintoxicación por alcohol) conforman el contrapunto al rutilante, sofisticado y pluscuamperfecto galán de la que, además, fue uno de los grandes hombres de negocios del cine, con una visión envidiable para elegir y rechazar papeles y producir mediante empresas creadas por él mismo las películas adecuadas.
Eliot hace lo que puede, pero la persona resulta inaccesible y tampoco obtenemos demasiada información sobre la faceta profesional (cómo se preparaba los papeles o cómo decidió cuáles interpretar y cuáles no). Una biografía correcta sin más.