viernes, 21 de junio de 2013

El canon occidental


El canon occidental
Harold Bloom

Por fin el canon. Hay libros que se desea leer y, por motivos desconocidos, terminan esperando años a ser abiertos. Probablemente esta es la obra de crítica literaria más leída de todos los tiempos. Desde su publicación corrió como la pólvora y cuando en ediciones posteriores el autor, presionado por sus editores y por el público, accedió a incorporar la lista de obras que configurarían su canon personal, volvieron a correr ríos de tinta.

La pregunta que intenta responder Bloom es la que, tarde o temprano, nos acucia a todos los aficionados a la literatura: ¿qué leer? Para contestarse a sí mismo elabora, siguiendo ante todo criterios estéticos, una lista de autores que agrupa elegantemente en diferentes bloques y que constituyen lo que él considera el canon de la literatura occidental. En cada capítulo vitupera y fustiga cualquier acercamiento crítico a la literatura que sea ajeno al criterios estéticos.

En realidad el libro se articula en torno a Shakespeare, autor que Bloom considera el centro del canon. Todos los demás escritores son presentados como deudores o anticipos suyos con la única posible excepción de Cervantes, que aparece como algo aislado y único. Me he saltado lo escritores que no he leído o con los que no he conectado hasta ahora (Dante, Molière, Wordsword, Auden, Goethe...) porque sin la lectura de las fuentes los comentarios de Boom pierden peso, ya que permanentemente se refiere a pasajes de las obras que utiliza para argumentar.

Mi sensación final es que Bloom me ha dejado a medias. Naturalmente, no esperaba que respondiese a la pregunta inicial de qué leer (a fin de cuentas eso es imposible), pero el libro tiene demasiados meandros para mi gusto; avanza y retrocede según las preferencias del autor sin que yo haya percibido una línea argumental clara. Además Bloom rechaza en varias ocasiones teorías de otros críticos porque según él no hay datos que las sustenten... pero no duda en elaborar las suyas propias sin decirnos con qué las sustenta.

En cualquier caso el libro rebosa erudición y la lista final de novelas canónicas es una cura de humildad en cuanto a obras y autores no leídos e, incluso, no conocidos.

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