El
canon occidental
Harold
Bloom
Por fin
el canon. Hay libros que se desea leer y, por motivos desconocidos, terminan
esperando años a ser abiertos. Probablemente esta es la obra de crítica
literaria más leída de todos los tiempos. Desde su publicación corrió como la
pólvora y cuando en ediciones posteriores el autor, presionado por sus editores
y por el público, accedió a incorporar la lista de obras que configurarían su
canon personal, volvieron a correr ríos de tinta.
La
pregunta que intenta responder Bloom es la que, tarde o temprano, nos acucia a
todos los aficionados a la literatura: ¿qué leer? Para contestarse a sí mismo elabora,
siguiendo ante todo criterios estéticos, una lista de autores que agrupa
elegantemente en diferentes bloques y que constituyen lo que él considera el
canon de la literatura occidental. En cada capítulo vitupera y fustiga cualquier
acercamiento crítico a la literatura que sea ajeno al criterios estéticos.
En
realidad el libro se articula en torno a Shakespeare, autor que Bloom considera
el centro del canon. Todos los demás escritores son presentados como deudores o
anticipos suyos con la única posible excepción de Cervantes, que aparece como
algo aislado y único. Me he saltado lo escritores que no he leído o con los que
no he conectado hasta ahora (Dante, Molière, Wordsword, Auden, Goethe...)
porque sin la lectura de las fuentes los comentarios de Boom pierden peso, ya
que permanentemente se refiere a pasajes de las obras que utiliza para argumentar.
Mi
sensación final es que Bloom me ha dejado a medias. Naturalmente, no esperaba
que respondiese a la pregunta inicial de qué leer (a fin de cuentas eso es
imposible), pero el libro tiene demasiados meandros para mi gusto; avanza y
retrocede según las preferencias del autor sin que yo haya percibido una línea
argumental clara. Además Bloom rechaza en varias ocasiones teorías de otros
críticos porque según él no hay datos que las sustenten... pero no duda en
elaborar las suyas propias sin decirnos con qué las sustenta.
En cualquier
caso el libro rebosa erudición y la lista final de novelas canónicas es una
cura de humildad en cuanto a obras y autores no leídos e, incluso, no
conocidos.
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