domingo, 3 de abril de 2016

Historia de dos ciudades

Historia de dos ciudades
Charles Dickens

Eran los mejores tiempos, eran los peores tiempos, era el siglo de la locura, era el siglo de la razón, era la edad de la fe, era la edad de la incredulidad, era la época de la luz, era la época de las tinieblas, era la primavera de la esperanza, era el invierno de la desesperación, lo teníamos todo, no teníamos nada, íbamos directos al Cielo, íbamos de cabeza al Infierno: era, en una palabra, un siglo tan diferente del nuestro que, en opinión de autoridades muy respetables, solo se puede hablar de él en superlativo, tanto para bien como para mal.”

El comienzo clásico de un libro clásico de un autor para todos los tiempos. Cuando se vuelve a leer, uno se pregunta por qué perdemos tanto tiempo en trivialidades y lecturas huecas. Un folletín (literalmente) escrito para ser publicado por entregas en un periódico normal y corriente, dirigido a un público popular que idolatró al autor y lo hizo rico. Y de esa amalgama sale una novela canónica. Es inexplicable.

Prosa rica, metáforas brillantes, símiles llenos de poesía, personajes caracterizados y construidos en menos de un párrafo y una mirada conmovedora sobre el género humano, sus miserias, sus grandezas, sus motivos... Dickens consigue que odiemos y amemos al mismo tiempo tanto al populacho revolucionario levantado en armas como a los aristócratas causantes de la revolución. El único momento en que se nota que es un autor de otra época es cuando expresa los sentimientos más personales (el amor y la amistad), donde resulta poco carnal para un lector de nuestro siglo y da la sensación de que los personajes pasan a ser actores; en el resto de situaciones están más vivos que muchos de los individuos que pululan a nuestro alrededor.

Cuca edición de Alba en bolsillo con las ilustraciones originales.

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