Historia de dos ciudades
Charles Dickens
“Eran los mejores
tiempos, eran los peores tiempos, era el siglo de la locura, era el
siglo de la razón, era la edad de la fe, era la edad de la
incredulidad, era la época de la luz, era la época de las
tinieblas, era la primavera de la esperanza, era el invierno de la
desesperación, lo teníamos todo, no teníamos nada, íbamos
directos al Cielo, íbamos de cabeza al Infierno: era, en una
palabra, un siglo tan diferente del nuestro que, en opinión de
autoridades muy respetables, solo se puede hablar de él en
superlativo, tanto para bien como para mal.”
El comienzo clásico de
un libro clásico de un autor para todos los tiempos. Cuando se
vuelve a leer, uno se pregunta por qué perdemos tanto tiempo en trivialidades y lecturas huecas. Un folletín (literalmente) escrito
para ser publicado por entregas en un periódico normal y corriente,
dirigido a un público popular que idolatró al autor y lo hizo rico.
Y de esa amalgama sale una novela canónica. Es inexplicable.
Prosa rica, metáforas
brillantes, símiles llenos de poesía, personajes caracterizados y
construidos en menos de un párrafo y una mirada conmovedora sobre el
género humano, sus miserias, sus grandezas, sus motivos... Dickens
consigue que odiemos y amemos al mismo tiempo tanto al populacho
revolucionario levantado en armas como a los aristócratas causantes
de la revolución. El único momento en que se nota que es un autor
de otra época es cuando expresa los sentimientos más personales (el
amor y la amistad), donde resulta poco carnal para un lector de
nuestro siglo y da la sensación de que los personajes pasan a ser
actores; en el resto de situaciones están más vivos que muchos de
los individuos que pululan a nuestro alrededor.
Cuca edición de Alba en
bolsillo con las ilustraciones originales.
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