jueves, 3 de enero de 2019

El Conquistador del Mundo

El Conquistador del Mundo
René Grousset

Los mongoles fueron un pueblo nómada, sin tradición escrita ni registros precisos sobre su historia. Por lo tanto, lo que conocemos de Gengis Kan proviene de la tradición oral de los bardos mongoles y de las crónicas de los escribas persas; el propio Kan murió siendo analfabeto.

Esto hace que las fuentes históricas den una imagen bastante distorsionada del personaje; y cuanto más nos adentramos en los orígenes de la vida de Gengis, más relacionados con el mito y la leyenda están los relatos sobre su vida.

Grousset se ciñe literalmente a las fuentes conocidas y hace un recorrido longitudinal, sin cuestionar ni cotejar los relatos que recoge con otras fuentes y hechos; a la manera habitual de la mayoría de los autores antes de los años cincuenta (el libro es de 1944).

Por lo tanto, Gengis resulta un personaje casi mítico, con augurios que apuntaban su grandeza desde su niñez. El tono de su historia recuerda a las mil y una noches, sucediéndose los episodios (el ataque de los tártaros, el rapto de sus hermanos, etc.) como pequeñas historietas sin más profundidad. Así, la enorme campaña militar contra los turcos orientales, que duró más diez años y llevó a los jinetes mongoles desde China hasta Irán y el Mar Caspio, se presenta sin más como la venganza del Kan contra una ofensa del gobernador persa, que ordenó decapitar al emisario del Kan.

También hay algunos incisos del autor que resultan, leídos hoy día, de lo más peculiares. Por ejemplo, este de la página 263, cuando los mongoles habían arrasado ya la mayor parte de Persia, ejecutado a decenas de miles de prisioneros (civiles, niños, mujeres, ancianos) y destruido decenas de ciudades:

“Gengis Kan continúa mostrándose personalmente aquí como el igual a los más grandes entre los hacedores de historia, y no es culpa suya si el Alejandro mongol manda a unas tropas que han permanecido casi en el mismo estado cultural que los pieles rojas de las praderas americanas en el siglo XVIII.

Una vez hecha esta salvedad a fin de permanecer estrictamente fiel a la objetividad histórica, permítasenos no disimular nuestro horror por tan abominables matanzas. Con todas nuestras fuerzas - ¿es necesario decirlo? -, estamos de parte de la civilización arábigo-persa contra los bárbaros que intentaron – en vano, gracias a Dios – aniquilarla.”

Resulta llamativo el pedestal en el que se coloca al conquistador. El resultado final de la marea mongola fue que las grandes civilizaciones a las que sometieron terminaron absorbiéndolos; en China aprendieron la cultura China y en el oriente turco sucedió igual; a fin de cuentas, los mongoles, excepto por su caballería y salvajismo, no tenían nada que oponer a esos sistemas milenarios.

Resumiendo, no me parece un libro que sirva para hacerse una idea fidedigna del terrible conquistador, pero, a pesar de todo, es un libro bello y se disfruta leyéndolo.

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