Viaje
sentimental por Francia e Italia
Laurence
Sterne
Como
nuestro Lope, Sterne fue hombre de Dios pero pecador impenitente.
Degustó los placeres de la vida sin que su condición de clérigo le
pareciera un impedimento. Ya en la cuarentena descubrió la
literatura y se dedicó a ella. Su fama fue tal que en cierta ocasión
recibió en su domicilio una carta procedente del continente en la
que como único destinatario figuraba “para el autor de Tristam
Shandy”.
- Estas
cosas – dije – las tienen mejor organizadas en Francia.
- ¡Ah!
¿ha estado en Francia? - preguntó el caballero que hablaba
conmigo, volviéndose al punto con la expresión más cortésmente
triunfal que imaginarse pueda.
- Es
curioso observé, mientras iba cavilando – que una simple
travesía de veintiuna millas, pues no hay ni una más entre Dover y
Calais, pueda otorgar semejantes derechos a un hombre. Es algo que
me propongo examinar.
Y
así comienza este viaje en el que no se detallan paisajes ni
monumentos ni se glosan personajes famosos ni se trata de otra cosa
que no sean las pasiones humanas. Siempre con gran ironía y sin
ahorrar dardos envenenados contra el propio estamento religioso:
Pero
hay que distinguir – dije poniendo la mano sobre la manga de su
hábito en respuesta a su mirada -, hay que distinguir, Padre, entre
los que solo desean comer el pan ganado con su propio trabajo y los
que desean comerse el pan ganado con el trabajo ajeno, sin otro
objetivo que el de abrirse camino en la vida arrastrándose entre la
ignorancia y la mendicidad... “por el amor de Dios”.
O
aristocrático:
Por
mi parte, creo que pueden observarse mejor los matices justos y
precisos del carácter nacional en estas absurdas minucias que en los
más importantes asuntos de Estado, terreno en el que todos los
grandes hombres de todas las naciones se portan y comportan de manera
tan semejante que, lo que es yo, no daría ni un penique más por uno
que por otro.
Sterne
fue un enamorado de la vida y de los hombres (y más aún de las
mujeres). Conversador brillante, fue la estrella de los salones de la
época. En Inglaterra su vida desenfadada le hizo ser reprobado y
vituperado, pero fue admirado en Alemania e idolatrado en Francia. La
Parca le impidió completar este viaje sentimental y su pluma no
llegó a la soleada Italia.
Cuando
el camino es demasiado áspero bajo mis pies, o demasiado empinado
para mi aliento, lo abandono para adentrarme en algún suave y
aterciopelado prado que la fantasía ha sembrado de rosas para mí, y
después de dar unas vueltas por él, puedo volver más fuerte y más
animado a la realidad.
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