jueves, 29 de agosto de 2013

Viaje sentimental por Francia e Italia

Viaje sentimental por Francia e Italia
Laurence Sterne

Como nuestro Lope, Sterne fue hombre de Dios pero pecador impenitente. Degustó los placeres de la vida sin que su condición de clérigo le pareciera un impedimento. Ya en la cuarentena descubrió la literatura y se dedicó a ella. Su fama fue tal que en cierta ocasión recibió en su domicilio una carta procedente del continente en la que como único destinatario figuraba “para el autor de Tristam Shandy”.

- Estas cosas – dije – las tienen mejor organizadas en Francia.

- ¡Ah! ¿ha estado en Francia? - preguntó el caballero que hablaba conmigo, volviéndose al punto con la expresión más cortésmente triunfal que imaginarse pueda.

- Es curioso observé, mientras iba cavilando – que una simple travesía de veintiuna millas, pues no hay ni una más entre Dover y Calais, pueda otorgar semejantes derechos a un hombre. Es algo que me propongo examinar.

Y así comienza este viaje en el que no se detallan paisajes ni monumentos ni se glosan personajes famosos ni se trata de otra cosa que no sean las pasiones humanas. Siempre con gran ironía y sin ahorrar dardos envenenados contra el propio estamento religioso:

Pero hay que distinguir – dije poniendo la mano sobre la manga de su hábito en respuesta a su mirada -, hay que distinguir, Padre, entre los que solo desean comer el pan ganado con su propio trabajo y los que desean comerse el pan ganado con el trabajo ajeno, sin otro objetivo que el de abrirse camino en la vida arrastrándose entre la ignorancia y la mendicidad... “por el amor de Dios”.

O aristocrático:

Por mi parte, creo que pueden observarse mejor los matices justos y precisos del carácter nacional en estas absurdas minucias que en los más importantes asuntos de Estado, terreno en el que todos los grandes hombres de todas las naciones se portan y comportan de manera tan semejante que, lo que es yo, no daría ni un penique más por uno que por otro.

Sterne fue un enamorado de la vida y de los hombres (y más aún de las mujeres). Conversador brillante, fue la estrella de los salones de la época. En Inglaterra su vida desenfadada le hizo ser reprobado y vituperado, pero fue admirado en Alemania e idolatrado en Francia. La Parca le impidió completar este viaje sentimental y su pluma no llegó a la soleada Italia.

Cuando el camino es demasiado áspero bajo mis pies, o demasiado empinado para mi aliento, lo abandono para adentrarme en algún suave y aterciopelado prado que la fantasía ha sembrado de rosas para mí, y después de dar unas vueltas por él, puedo volver más fuerte y más animado a la realidad.


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