sábado, 7 de febrero de 2015

Mi último suspiro

Mi último suspiro
Luis Buñuel

Buñuel reconoce que no tiene el don de la escritura así que, ya octogenario, en colaboración con su amigo Carrière, se dispone a reconstruir sus memorias. El resultado es un libro deslumbrante, lleno de naturalidad, en el que muchos pasajes parecen completamente fabulosos (y quizá lo sean) y todos salen de las páginas frescos, como si sucedieran en el momento en que se leen.

Una vida trepidante que discurrió entre Madrid, París y México con dos breves interludios norteamericanos. Una vida que llegó al cine de casualidad, después de haber pasado por la facultas de ingeniería y de filosofía y de haber coqueteado con la escritura y en la que transcurrieron quince años alejados de las cámaras entre sus primeras películas y el grueso de su producción (realizado en México).

En todos esos años su inquietud y su talento le permitieron conocer a muchas de las personalidades artísticas más importantes del momento (Lorca, Dalí, Baroja, Unamuno y un larguísimo etcétera). Con Dalí mantuvo una relación especial hasta que el pintor conoció a Gala, a la que Buñuel odiaba por haber transformado a su amigo en un ser egocéntrico obsesionado con el dinero.

Del aspecto profesional de su vida comenta poco. Unas pocas anécdotas, el escaso presupuesto y tiempo de los que disponía para hacer sus películas y poco más. En un momento dado nos cuenta que no le apetece hablar de sus películas, que para eso ya están otros y suelta esta perla:

no creo que una vida pueda confundirse con un trabajo”

La vida de Buñuel mereció la pena ser vivida.

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