jueves, 12 de enero de 2017

Orden mundial

Orden mundial
Henry Kissinger

Nuevo libro del influyente exsecretario de Asuntos Exteriores norteamericano escrito a sus noventa años con una agudeza y lucidez envidiables. El ensayo recorre las distintas concepciones de orden internacional (cómo sistematizar las relaciones entre los países) concebidas a lo largo de la historia examinándolas por regiones geoestratégicas: Europa, Oriente Próximo, Asia y Estados Unidos. En esa parte Kissinger está en su elemento y sin aparente esfuerzo sintetiza las principales aproximaciones a las relaciones internacionales y cómo han ido modificándose a lo largo del tiempo, así como los detonantes de esos cambios.

El último capítulo está dedicado a las armas nucleares (nuevamente especialidad de la casa) y… a las nuevas tecnologías y su influencia en los asuntos internacionales. Y el autor, que se declara incompetente en esos temas, es capaz de cuajar en unas pocas páginas un punto de vista profundo, meditado y sustantivo de la cuestión, prescindiendo de los detalles técnicos y centrándose en las consecuencias que las nuevas herramientas tienen en la percepción pública de la política y en el comportamiento de los responsables púbicos.

Desde el comienzo, y al contrario que en otros ensayos anteriores como “Diplomacia” donde era más ambiguo, Kissinger se posiciona como defensor de la razón de estado que concibió Richelieu: los asuntos de política interior debe resolverlos cada nación, pero es necesario llegar a acuerdos que permitan las relaciones pacíficas entre estados y eviten los conflictos armados o los reduzcan tanto como sea posible. Naturalmente, insta a olvidar las posiciones rígidas y a buscar un sistema que reduzca el caos y sea flexible para evitar su ruptura.

Sorprende también la ecuanimidad (¿quizá hipocresía?, ¿quizá conveniencia?, ¿quizá el resultado de años de reflexión combinada con actividad diplomática?) con que se aproxima a las entidades políticas ajenas a Occidente, el modo en que trata de dejar claro que los valores europeos y norteamericanos pueden no ser exportables (y mucho menos por imposición) a otras sociedades.

En definitiva, un libro condensado, rico, una pieza de gran calibre como por ejemplo esta reflexión (página 363):

“Cuando se construye un orden mundial, una cuestión clave inevitablemente concierne a la esencia de sus principios unificadores: que implica una distinción cardinal entre los enfoques occidentales y no occidentales del orden. Desde el Renacimiento, Occidente ha estado profundamente comprometido con la noción de que el mundo real es exterior al observador, que el conocimiento consiste en registrar y clasificar datos y que el éxito de la política exterior depende de evaluar las realidades y tendencias existentes. La paz westfaliana representó una valoración de la realidad – particularmente de las realidades del poder y el territorio – como concepto ordenador temporal sobre las exigencias de la religión.

Las otras grandes civilizaciones contemporáneas concebían la realidad como algo interno al observador, definida por sus convicciones psicológicas, filosóficas o religiosas (…)”

O esta otra (página 372):

“Si quiere desempeñar un papel responsable en la evolución del orden mundial del siglo XXI, Estados Unidos tendrá que estar preparado para responder unas cuantas preguntas:

¿Qué queremos prevenir, o importa cómo sea, y solo si es necesario? La respuesta define la condición mínima de la supervivencia de la sociedad (…)”

Inexplicablemente, la traducción contiene unas cuantas erratas de bulto. Y yo me pregunto, ¿qué haría una inteligencia raquítica como la de Trump con lo que contiene este libro?

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