sábado, 22 de abril de 2017

Los viajes de Gulliver

Los viajes de Gulliver
Jonathan Swift

Un clásico que, al menos en España, se ha ido convirtiendo en un desconocido; un libro que no solemos leer porque cierta tradición lo ha convertido en una historia infantil; algo que probablemente a su autor jamás se le habría pasado por la cabeza teniendo en cuenta la mala leche que destiló en su actividad como escritor de artículos de opinión y que cristalizó en esta obra de madurez, que es un escalpelo aplicado a todas las capas de la estupidez humana.

Que Swift fue un escritor brillante se comprueba leyendo las dos primeras páginas de estos viajes: es todo lo que necesitó el irlandés para bosquejar la vida de Gulliver hasta su primer viaje; solo lo esencial, dibujando con precisión al protagonista y usando una sintaxis clara y elegante. Fuera del alcance de casi cualquier escritor actual, que habría dedicado decenas de páginas a describir la nada.

El libro se publicó como obra anónima en 1726, sin duda porque nuestro buen irlandés era consciente del material que entregaba a la imprenta y cómo podía conducirlo a colgar de una soga. El éxito fue inmediato y desde entonces el libro no ha dejado de imprimirse. Aunque admite muchas lecturas, la sátira a la novela de viajes tradicional es permanente, bien mediante alusiones directas desautorizando los usos de ese tipo de literatura, bien saltándose cualquier convención del género (como las referencias escatológicas y la descripción de la logística necesaria para llevarlas a cabo en los diferentes países visitados).

Y lo que no es sátira literaria, es un ataque brutal al comportamiento humano: la salacidad, la codicia infinita, la pobreza a la que se empuja a gran parte de los hombres, la guerra y sus absurdos, la corrupción de las leyes, la incapacidad de los gobernantes, la ceguera ante todos estos males y el mecanismo ridículo de una sociedad (también la de Swift) empeñada en la acumulación de bienes materiales a cualquier precio (material o moral).

En su segundo viaje, cuando trata con el monarca de Brobdingnag, el país de los gigantes, Gulliver departe con el rey sobre la historia de Inglaterra y, tras terminar, el soberano

Se quedó totalmente asombrado ante la relación histórica que le hice de nuestros asuntos durante el siglo último, y afirmó que eran sólo un montón de conspiraciones, rebeliones, homicidios, matanzas, revoluciones, destierros, efectos mucho peores que lo que la avaricia, la bandería, la hipocresía, la perfidia, la crueldad, la rabia, la locura, el odio, la envidia, la lujuria, la malicia o la ambición podían producir.

Para comentar a continuación:

“Mi pequeño amigo Grildrig, me has hecho el más admirable panegírico de tu país; has probado claramente que la ignorancia, la ociosidad y el vicio son ingredientes idóneos para capacitar a alguien para legislador; que las leyes las explican, interpretan y aplican mejor aquellos cuyo interés y habilidad está en pervertirlas, confundirlas y eludirlas. Observo entre vosotros ciertas líneas de una institución que en su origen pudo ser tolerable; pero unas casi se han borrado, y el resto las han emborronado y ensuciado las corrupciones. No se ve, de todo lo que has dicho, que haga falta perfección alguna para ocupar ningún puesto entre vosotros; mucho menos que los hombres sean ennoblecidos por su virtud, que los sacerdotes sean ascendidos por su piedad o saber, los soldados por su conducta o valor, los jueces por su integridad, los senadores por el amor a su país, o los consejeros por su prudencia y discreción. En cuanto a ti – prosiguió el rey -, que has pasado la mayor parte de tu vida viajando, me inclino a esperar que hayas escapado hasta aquí de los muchos vicios de tu país. Pero por lo que he entendido de tu propia relación, y de las respuestas que con gran esfuerzo he logrado sacarte y arrancarte, no puedo sino concluir que la mayoría de tus compatriotas son la más perniciosa especie de sabandijas que la Naturaleza ha permitido que se arrastre sobre la faz de la tierra“.

No es de extrañar que, tras su cuarto viaje, después de convivir con los amables y racionales caballos, el pobre Gulliver aborreciese el trato de sus semejantes.

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