El corazón de las tinieblas.
Materia y energía oscuras
Jeremiah P. Ostriker, Simon
MItton
Un recorrido histórico acerca de
nuestra visión del cosmos. En el prefacio se resumen las aproximaciones de la
Antigüedad y de los grandes pensadores de la ciencia tal y como la concebimos
actualmente (Copérnico, Galileo, Newton) y, a partir de ahí, el libro
desarrolla el pensamiento relativista y todas las vueltas de tuerca que ha
tenido a lo largo del siglo XX.
Nuestra posición en el universo,
cómo está estructurado y por qué, de qué está hecho, ¿crece, decrece o es estacionario?
Todas estas preguntas están tratadas y sorprende cómo algunas tardaron tanto en
plantearse o cómo fueron abordadas en el vertiginoso comienzo del siglo pasado
y luego olvidadas hasta la década de los setenta.
El penúltimo capítulo resume y
ordena todo el material expuesto en los anteriores y el último plantea las
dudas y limitaciones de las teorías conocidas. Un viaje a lo profundo, a la
raíz, al corazón de las tinieblas.
“La cuestión del origen de la estructura [del universo] no empezó a ser
considerada con seriedad hasta la década de 1970. Los trabajos para entender
tanto los detalles más nimios como la dinámica global del universo nos llevaron
a darnos cuenta de que los elementos químicos ordinarios de nuestro mundo
visible no eran más que una pequeña parte de la materia y la energía del
universo. El componente dominante que tiraba de las distintas partes a través
de la gravedad era la materia oscura, que no interactuaba con la materia
ordinaria salvo gravitatoriamente y existía dentro de las galaxias normales y
alrededor de ellas. Finalmente, descubrimos que existía otro componente
misterioso, la energía oscura, que se oponía a la gravedad y que, según se vio,
alejaba unas galaxias de otras con intensidad creciente al aumentar la
separación entre ellas. En términos de abundancia de materia-energía, la
energía oscura supera abrumadoramente a la materia gravitante en una proporción
de 3:1 y, dentro de la materia gravitante, el componente oscuro supera a los
elementos químicos normales en una proporción 5:1”
(pg. 244)
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