El otoño de la Edad Media
Johan Huizinga
“Cuando el mundo era medio milenio más joven, tenían todos los sucesos
formas externas mucho más pronunciadas que ahora. Entre el dolor y la alegría,
entre la desgracia y la dicha, parecía la distancia mayor de lo que nos parece
a nosotros. Todas las experiencias de la vida conservaban ese grado de
espontaneidad y ese carácter absoluto que la alegría y el dolor tienen aún hoy
en el espíritu del niño. Todo acontecimiento, todo acto, estaba rodeado de
precisas y expresivas formas, estaba inserto en un estilo vital rígido, pero
elevado. Las grandes contingencias de la vida – el nacimiento, el matrimonio,
la muerte – tomaban con el sacramento respectivo el brillo de un misterio
divino. Pero también los pequeños sucesos – un viaje, un trabajo, una visita –
iban acompañados de mil bendiciones, ceremonias, sentencias y formalidades.”
Un recorrido por los siglos XIV y
XV, el final de toda una era, por Francia, Borgoña y los Países Bajos. Un
intento de aproximarnos al modo de vida, a la percepción del amor, de la
religión, del simbolismo de toda una época que fue violenta y delicada, llena
de contrastes, como este testimonio de Odón de Cluny, hombre religioso y
pecador impenitente:
“La belleza del cuerpo está solo en la piel. Pues si los hombres viesen
lo que hay debajo de la piel, así como se dice que el lince de Beocia puede ver
el interior, sentirían asco da la vista de las mujeres. Su lindeza consiste en
mucosidad y sangre, en humedad y bilis. El que considera todo lo que está
oculto en las fosas nasales y en la garganta y en el vientre encuentra por
todas partes inmundicias. Y si no podemos tocar con las puntas de os dedos una
mucosidad o un excremento, ¿cómo podemos sentir el deseo de abrazar el odre
mismo de los excrementos?”
Un libro lleno de belleza.
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