Hacia rutas salvajes
Jon Krakauer
Pulitzer para Krakauer, que
amplió en este libro el contenido del artículo que escribió para la revista Outside en 1993, unos meses después de
que la noticia del fallecimiento por hambre del joven Chris McCandless ocupara
la actualidad informativa de gran parte de Estados Unidos.
Inteligente, brillante, hastiado
del mundo consumista y sus servidumbres, Chris eligió el pseudónimo de Alex
Supertramp, se fue deshaciendo de su dinero y de sus pertenencias y, sin
anunciar nada a nadie, emprendió una vida de vagabundo, subsistiendo con
trabajos temporales, viajando como polizón en trenes de mercancías, o a pie, o
haciendo autostop, o en canoa, y recorriendo la Costa Oeste y el norte de México.
Hasta alumbrar la que sería su
gran epopeya: sobrevivir en Alaska empleando únicamente lo que la naturaleza
pudiera proveerle. Aislado por la crecida de los ríos provocada por el deshielo
y sin ningún mapa, la vida de Chris terminó a los 113 días de su llegada a
Alaska; a 800 metros de un cable que cruzaba el río que no podía vadear, a 25
kilómetros del parque natural más visitado de Alaska y a 30 de la población más
cercana.
La muerte del joven provocó todo
tipo de reacciones, la mayoría de ellas despreciando su arrogancia, su egoísmo
al abandonar a su familia sin motivo aparente manteniéndola desinformada y su
incapacidad para llevar a cabo su proyecto.
Krakauer, en la sección central
de su libro, narra las peripecias de otros nómadas del siglo XX que optaron por
abandonar el modo de vida que todos conocemos; y en la segunda parte del libro
alumbra la vida de Chris desde el punto de vista de las personas que lo
conocieron, haciendo incluso un paralelismo entre su propia juventud y la del
protagonista de la aventura.
Sensacional todo él, pero absolutamente inolvidable la primera mitad del
libro, en la que Krakauer consigue hacernos ver las cosas como quizá las vio
Alex Supertramp.
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