miércoles, 16 de junio de 2021

El país de la canela


El país de la canela
William Ospina
 
Continúa Ospina su exploración de la Conquista de América, en este segundo libro, que conecta con el anterior sólo de forma indirecta, tratando con la primera generación de conquistadores, los primos del primer Pizarro, que continuaron la depredación y se vieron envueltos en querellas de sangre y en pleitos tratando de dirimir quién tenía derecho a qué.
 
El protagonista busca reclamar la herencia de su padre, que participó con Pizarro en el saqueo de Cuzco. Pero los años han pasado, las gentes han muerto y no quedan testigos ni amanuenses capaces de dar fe de la justeza de la petición. A cambio, se le ofrece participar en una nueva expedición: los indios cuentan de la existencia de un bosque en el que crecen en abundancia los árboles de la canela. La valiosa especia despierta una vez más la codicia, que conducirá a un batallón de españoles, miles de indios y centenares de llamas y mastines al otro lado de la Cordillera, donde encontrarán el inimaginable Amazonas:
 
Un bosque debe tener ciertas dimensiones para ser la propiedad de un hombre, un país ciertos límites para ser el dominio de un príncipe, un río cierto caudal para ser aprovechado y gobernado. Por encima de esos límites toda región del mundo sólo obedece a sus dioses. Los faraones no intentaron avasallar el desierto, los mongoles no se atrevieron con el Himalaya; Europa puede retacearse en reinos humanos porque es pequeña, un mundo en miniatura, porque allí no hay verdaderos desiertos ni verdaderas selvas, y por ello se ha acostumbrado a llamar bosques a sus jardines y selvas a sus bosques. Lo único verdaderamente salvaje que produce la tierra europea son sus hombres, capaces de torcer ríos y decapitar cordilleras, de hacer retroceder las mareas y de reducir a ceniza sin dolor las ciudades, y sólo por eso hasta quisiera verte midiendo la voluntad de tu sangre con la tuerza del río, el poder de tu brazo con los tentáculos de las arboledas inmensas.
 
Lástima la parte final de la novela, donde se regresa a Europa. Después de la ordalía de la selva es un anti clímax. Aún así, es brillante y está escrita con opulencia. Un banquete.

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