El país de la canela
El país de la canela
William Ospina
Continúa Ospina su exploración de
la Conquista de América, en este segundo libro, que conecta con el anterior
sólo de forma indirecta, tratando con la primera generación de conquistadores,
los primos del primer Pizarro, que continuaron la depredación y se vieron
envueltos en querellas de sangre y en pleitos tratando de dirimir quién tenía
derecho a qué.
El protagonista busca reclamar la
herencia de su padre, que participó con Pizarro en el saqueo de Cuzco. Pero los
años han pasado, las gentes han muerto y no quedan testigos ni amanuenses
capaces de dar fe de la justeza de la petición. A cambio, se le ofrece
participar en una nueva expedición: los indios cuentan de la existencia de un
bosque en el que crecen en abundancia los árboles de la canela. La valiosa
especia despierta una vez más la codicia, que conducirá a un batallón de
españoles, miles de indios y centenares de llamas y mastines al otro lado de la
Cordillera, donde encontrarán el inimaginable Amazonas:
Un bosque debe tener ciertas
dimensiones para ser la propiedad de un hombre, un país ciertos límites para
ser el dominio de un príncipe, un río cierto caudal para ser aprovechado y
gobernado. Por encima de esos límites toda región del mundo sólo obedece a sus
dioses. Los faraones no intentaron avasallar el desierto, los mongoles no se
atrevieron con el Himalaya; Europa puede retacearse en reinos humanos porque es
pequeña, un mundo en miniatura, porque allí no hay verdaderos desiertos ni
verdaderas selvas, y por ello se ha acostumbrado a llamar bosques a sus
jardines y selvas a sus bosques. Lo único verdaderamente salvaje que produce la
tierra europea son sus hombres, capaces de torcer ríos y decapitar cordilleras,
de hacer retroceder las mareas y de reducir a ceniza sin dolor las ciudades, y
sólo por eso hasta quisiera verte midiendo la voluntad de tu sangre con la
tuerza del río, el poder de tu brazo con los tentáculos de las arboledas
inmensas.
Lástima la parte final de la
novela, donde se regresa a Europa. Después de la ordalía de la selva es un anti
clímax. Aún así, es brillante y está escrita con opulencia. Un banquete.
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