Felipe IV y la España de su tiempo
Alain Hugon
El Rey Planeta, que era como lo llamaban sus contemporáneos, reinó más
de cuarenta años y siguió siendo famoso tras su muerte. Después, el tiempo lo
borró de las páginas de la historia y hoy día lo recordamos como un hombre de
escaso entendimiento, disipado en placeres y cacerías; un alunado apresado por
el puño de Olivares y el responsable del final de las glorias de la monarquía
española.
En este retrato de Hugon, en el que se accede a la figura del monarca
directamente y también a través de las vidas de Olivares y Velázquez, el negro
de su biografía queda matizado por muchas luces. El hombre voluptuoso existió,
pero junto a alguien dedicado a su tarea, empeñado en leer e informarse de
tanto como fuera posible y decidir en consecuencia; prescindió de Olivares
cuando la política fiscal del Conde-Duque tensó las relaciones con las
diferentes posesiones de la corona; fue un hombre con sensibilidad para el
arte, que percibió la colosal valía de Velázquez y muchos otros artistas del
momento. También sufrió amargas pérdidas familiares (esposa, hermanos e hijos)
y en el final de su reinado se encontró prácticamente sólo y cercado por una
coalición de países (Portugal, Francia, Inglaterra, Holanda, Prusia) a los que con
las levas e impuestos que recaían principalmente sobre el pequeño reino de
Castilla era imposible oponerse.
A su muerte las posesiones de la monarquía estaban práctica y
milagrosamente intactas, pero el organismo presentaba ya claros signos de descomposición:
la inmensidad de los territorios y su heterogeneidad legal impedían una
auténtica gestión coordinada, y los rivales, que empezaban a ser numerosos, no
estaban dispuestos a dejar pasar la oportunidad.
Un libro muy interesante sobre un
personaje bastante abandonado hoy día. La figura de Velázquez recorre todo el
libro; es increíble que consiguiera lo que consiguió vista su obsesión con el
ascenso social (en su testamento ni siquiera mencionó su cargo como pintor de
la corte, pues era considerado un oficio plebeyo) y sus aplastantes
obligaciones como ujier, alguacil, guardarropa, superintendente y aposentador
real, que consumían su tiempo y su energía.
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