Un Dios inclemente
Un Dios inclemente
Steven Erikson
Justo un año después de terminar
su ciclópea saga malazana, Erikson se embarcó en la trilogía de Kharkanas (ambientada
en épocas pretéritas a las que conocimos en esos diez libros), de la que
publicó el segundo libro en 2016 y aún no ha escrito el tercero. Y desde
entonces nada más, hasta ahora, que se ha descolgado con una nueva trilogía.
En esta ocasión asistimos a acontecimientos
posteriores a los que ya habíamos leído. Las sendas mágicas, tras la acción de
Icarium, se han reconfigurado; algunas han desaparecido, otras nuevas han sido
creadas y otras están cambiando de naturaleza. El gran muro de hielo levantado
por los jaghut en tiempos inmemoriales se resquebraja y el mar que contenía se
derramará con violencia anegando las tierras del norte. La migración de las
tribus teblor hacia el sur les conducirá directamente a los dominios del
imperio malazano, ahora en aparente decadencia tras años de paz.
Después de dibujar el gran
diseño, Erikson se limita a una pequeña área geográfica y a un momento concreto
y estructura la narración como en los primeros libros de Malaz, que son los
mejores: capítulos generosos dedicados a un grupo muy concreto de personajes
(en lugar de capítulos larguísimos con micro intervenciones de decenas de ellos).
De esta forma la narración queda más concentrada y el argumento menos disperso;
además, como el gran tapiz del mundo malazano ya lo tejió (más o menos) en los
diez libros anteriores, ahora no necesita ir introducir nuevos bucles ni digresiones.
En resumen: es un Malaz estupendo, quizá con un cierto sabor a franquicia, pero
escrito con calidad y ganas. Y sigue ofreciendo sentido de la maravilla.
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