viernes, 15 de diciembre de 2023

Un verdor terrible

 

Un verdor terrible
Benjamín Labatut

Arsénico y cianuro, ambos venenos pero también componentes de distintos pigmentos creados por el hombre, fueron protagonistas de diversos episodios históricos, y también fueron utilizados por el siniestro genio químico Haber, quien, tras inventar el método para producir fertilizantes que lleva su nombre, se vio perseguido por la pesadilla de un planeta sofocado por la vegetación si la población humana disminuía.

En la siguiente aventura, el teniente Schwarzschild, voluntario del ejército alemán (bien caro lo pagaría), lee en el frente el artículo en el que Einstein expuso por primera vez la relatividad general. A lo largo del siguiente mes desarrolló la primera solución exacta que se conoció para las ecuaciones relativistas. En el interior de la solución yacía la horrible singularidad del agujero negro, cuando la compresión de la materia devora el tiempo y el espacio; algo que también devoró la mente de Schwarzschild, que vivió atormentado lo poco que le quedaba de vida ante la posibilidad de que el universo albergara realmente tales monstruos.

Las misteriosas geometrías de Grothendieck, retirado de las matemáticas y del mundo a los 40 años, y la erupción del vértigo cuántico, con la confrontación del sistema de matrices de Heisenberg y la ecuación de honda de Schrödinger ante la desesperación de un Einstein incapaz de admitir el azar en el Cosmos, forman el cuarteto de aventuras que conforman el volumen.

El último capítulo está dedicado a un misterioso jardinero nocturno, matemático retirado, que quizá sea el origen del libro. Un libro maravilloso que advierte del horror que puede acechar detrás de los grandes descubrimientos, del vértigo de asomarse a nuevas interpretaciones de la realidad.

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