jueves, 15 de diciembre de 2011

La teoría de la evolución NO es una hipótesis; es un hecho

Evolución
Richard Dawkins

El apéndice que cierra este libro recoge los resultados de una serie de encuestas realizadas en Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Europea entre 2000 y 2005. La pregunta clave que se hacía al encuestado era si consideraba que el hombre, tal y como lo conocemos hoy día, era descendiente de animales más primitivos. Los resultados fueron dispares dependiendo del país, pero en promedio un 40% de las personas contestaron con un no a la pregunta. Cuando se preguntaba si el hombre primitivo había sido coetáneo de los dinosaurios, la cantidad de síes se disparaba muy por encima del 50%.

Si el número y tipo de encuestados fueron significativos, estos resultados demuestran el estado en que se encuentra la (desin)formación científica en muchos países supuestamente desarrollados. El zoólogo y divulgador Richard Dawkins comienza su ensayo comentando estos resultados y dejando claro cuál es el objetivo del libro: mostrar que la teoría de la evolución es un hecho, que el sustantivo “teoría” hay que entenderlo en el sentido de conjunto de postulados que explican el desarrollo de las formas vivas y que esos postulados están respaldados por tal cantidad de hechos que es imposible considerarla como una simple hipótesis o como un pasatiempo intelectual.

En este libro no se discute la existencia de Dios, pero se deja bien claro que la descripción bíblica de la creación de la vida es insostenible frente a los hechos mostrados por el registro fósil, la embrionología, la genética y la observación de la vida en el planeta tal y como la conocemos hoy día.

La descripción de la teoría de la evolución a través de las cuestiones de las que se ocupa (el cambio de las especies a través del tiempo, sus parentescos y las causas de dicho cambio) es simplemente brillante. Además de explicar cómo la teoría evolucionista describe la existencia de las diferentes formas de vida, Dawkins discute y rebate en cada punto las argumentaciones creacionistas en contra de las conclusiones de Darwin señalando en los casos en los que procede qué cuestiones siguen sin tener una explicación clara desde la teoría de la evolución.

Independientemente de la polémica (ficticia y existente solo en algunas mentes confusas) creacionismo-evolucionismo, el libro es una introducción apasionada y rigurosa al tema de la evolución. Está trufado de ejemplos muy gráficos sobre cada punto tratado y describe algunos experimentos fascinantes (como el estudio de ¡¡45.000!! generaciones de bacterias bajo condiciones controladas en laboratorio para comprobar los postulados evolucionistas) que son enormemente enriquecedores.
 
No hay diseñador. La aparente perfección que observamos en los seres vivos se desvanece cuando se estudian en profundidad (restos de apéndices atrofiados en el esqueleto, nervios que realizan recorridos absurdos en el interior del cuerpo y un largo etcétera). La evolución es una fuerza ciega: mutamos infinitesimalmente en cada nacimiento respecto a nuestros progenitores y la suma de diferentes presiones (ambientales, genéticas, sexuales, etc...) determina qué mutaciones se transmiten en el tiempo y cuáles no. En definitiva, no somos inevitables. Viendo lo que sucede en el mundo es casi un consuelo.

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