Industrias y andanzas de Alfanhuí
Rafael Sánchez Ferlosio
La verdad es que tuve mucha suerte. No hubo ningún
profesor luminaria con la ocurrencia de obligarme a leer este libro de
Ferlosio; porque en aquel momento no lo habría apreciado en lo que vale y habría
aborrecido al autor, como ya me sucedió con otros, durante décadas.
En su ensayo “España 1936-1950: Muerte y resurección de
la novela” Miguel Delibes recoge sus opiniones sobre el arte de Ferlosio.
Para el vallisoletano se trata del mejor prosista español de la segunda mitad
del s.XX y concluye que a Ferlosio la novela le aburría, le resultaba fácil de
desarrollar y superficial en sus contenidos.
Si lo dice Delibes imagino que se aproximará a la verdad.
Lo cierto es que asombra que el autor de estas páginas sea el mismo que el de “El
Jarama” porque aquí nos encontramos con las fantasiosas correrías de un
muchacho a través de lugares ordinarios para nosotros (Alcalá, Castilla, Madrid, Moraleja)
que, sin embargo, se transforman en geografías fantásticas, habitadas por
personajes peculiarísimos y en las que acontecen hechos singulares. Y todo en
una prosa tan bella, exacta, rica y deslumbrante que, visto el panorama actual,
parece acuñada más por un autor del otro lado del Atlántico que por un
español.
Es un auténtico festín en el que se conjugan los pasajes
complejos con otros de una sencillez que te desarma como lector y te hace vivir
las sensaciones del protagonista:
“Tienes ojos amarillos como los alcaravanes; te llamaré
Alfanhuí porque este es el nombre con que los alcaravanes se gritan los unos a
los otros"
Me ha encantado también, no solo por su belleza sino por
el modo en que condiciona la lectura de la novela, la cita de las Escrituras (Mateo:
6-22) con la que el autor prologó el texto:
"La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo es
limpio, todo tu cuerpo será luminoso"
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