miércoles, 11 de julio de 2012

Industrias y andanzas de Alfanhuí


Industrias y andanzas de Alfanhuí
Rafael Sánchez Ferlosio

La verdad es que tuve mucha suerte. No hubo ningún profesor luminaria con la ocurrencia de obligarme a leer este libro de Ferlosio; porque en aquel momento no lo habría apreciado en lo que vale y habría aborrecido al autor, como ya me sucedió con otros, durante décadas.

En su ensayo “España 1936-1950: Muerte y resurección de la novela” Miguel Delibes recoge sus opiniones sobre el arte de Ferlosio. Para el vallisoletano se trata del mejor prosista español de la segunda mitad del s.XX y concluye que a Ferlosio la novela le aburría, le resultaba fácil de desarrollar y superficial en sus contenidos.

Si lo dice Delibes imagino que se aproximará a la verdad. Lo cierto es que asombra que el autor de estas páginas sea el mismo que el de “El Jarama” porque aquí nos encontramos con las fantasiosas correrías de un muchacho a través de lugares ordinarios para nosotros (Alcalá, Castilla, Madrid, Moraleja) que, sin embargo, se transforman en geografías fantásticas, habitadas por personajes peculiarísimos y en las que acontecen hechos singulares. Y todo en una prosa tan bella, exacta, rica y deslumbrante que, visto el panorama actual, parece acuñada más por un autor del otro lado del Atlántico que por un español.

Es un auténtico festín en el que se conjugan los pasajes complejos con otros de una sencillez que te desarma como lector y te hace vivir las sensaciones del protagonista:

“Tienes ojos amarillos como los alcaravanes; te llamaré Alfanhuí porque este es el nombre con que los alcaravanes se gritan los unos a los otros"

Me ha encantado también, no solo por su belleza sino por el modo en que condiciona la lectura de la novela, la cita de las Escrituras (Mateo: 6-22) con la que el autor prologó el texto:

"La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo es limpio, todo tu cuerpo será luminoso"

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