Por
qué leer los clásicos
Italo
Calvino
Una
vez más me encuentro con un libro que al final tiene poco que ver
con lo que yo esperaba antes de leerlo. Este volumen reúne dos
colecciones de ensayos, que el propio Calvino recopiló en vida,
sobre libros y autores variopintos que la hija del autor describe en
una nota preliminar como “los libros de los escritores y poetas,
los hombres de ciencia que más contaron para él, en diversos
periodos de su vida”. Como en cualquier recopilación lo primero
que destaca es lo que no está (Cervantes, Quevedo, el boom
latinoamericano – salvo Borges -, Joyce, Kafka, Faulkner, etc.) y
lo segundo, entre lo que sí está, lo que se ha elegido para
representarlo.
En
general los ensayos son poco divulgativos. Se centran en aspectos muy
concretos o muy técnicos de cada obra y en exégesis, bien ideadas
por Calvino, bien por otros autores, de las mismas. Me quedo con los
dedicados a la “Anábasis” (muy cinematográfico), al “Robinson
Crusoe” (afilado e irónico), a Hemingway (escrito el año en que
recibió el Nobel desde el punto de vista de un escritor que aprendió
a escribir leyendo al norteamericano) y a Borges (desconocido en
Italia hasta los años cincuenta).
Pero
lo realmente extraordinario del libro es el prólogo, del propio
Calvino: “Por qué leer los clásicos”, en el que propone
catorce definiciones diferentes llenas de ingenio e ironía para
establecer qué significa la etiqueta clásico aplicada a una obra
literaria.
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