sábado, 2 de enero de 2021

Johannes Brahms

Johannes Brahms
Jan Swafford


Brahms es un personaje histórico completamente atípico. Elusivo, encerrado en sí mismo incluso en su juventud, destruyó toda la música escrita por él que consideró de calidad insuficiente; y puso el mismo empeño en borrar cualquier testimonio escrito que expusiera su vida personal. Durante su madurez trató de recuperar toda la correspondencia que pudo y la entregó a las llamas. Lo único que intentó dejar de sí mismo para la posteridad fue su música, la música que él consideró adecuada, y ningún rastro de su persona.
 
Naturalmente no lo consiguió, tratándose de alguien que con poco más de veinte años ya destacaba hasta el punto de impresionar a los Schumann tanto como para incluirle en su círculo más íntimo desde que se conocieron. Robert vio en Brahms lo que él mismo no consiguió ser y Clara vio eso y, por lo que parece, mucho más. Un trío que no se rompió cuando lo hizo la mente de Robert quien, desde el sanatorio, parece que fue consciente de la atracción entre su mujer y el joven genio y que no vio con malos ojos que Brahms ocupara su sitio en casa.
 
Pero los planes de Brahms, que siempre temió perder su independencia, eran otros y dejó tanto a Clara como a la siguiente mujer que llegó tan cerca de su corazón como para prometerse en matrimonio. Y después de eso, cuatro largos años de sequía creativa en los que se fueron gestando lenta y trabajosamente el estilo del autor y la habilidad para orquestar. Y después, ya sí, la producción regular de obras, con épocas realmente frenéticas y el aprecio de los especialistas (el del gran público tardó más en llegar).
 
Brahms debió de ser todo un personaje. Cuando se trasladó a Viena, frustrado por no haber logrado el puesto de director titular de la Filarmónica de Hamburgo (algo para lo que tampoco estaba especialmente dotado), era frecuente que abandonara fiestas y homenajes en la madrugada para ir caminando a casa, dormir tranquilamente y despertarse antes del amanecer para prepararse un café cargado y empezar a trabajar. Un músico profesional completamente atípico, cuyo contrato laboral más largo duró sólo tres años y que nunca se ganó la vida regularmente ni como director ni como intérprete: casi siempre vivió de componer, y logró amasar una enorme cantidad de dinero de la que no dispuso de ningún modo especial.
 
El espaldarazo del Ein Deutsches Requiem y la venta de sus “músicas domésticas” (danzas, valses, lieder) lo llevaron a una posición tan desahogada que se pudo permitir trabajar durante años (a veces casi veinte) en una obra, dejándola reposar a la espera de mejores ideas y técnicas para llevarlas a cabo.
 
Y así fue desgranando su irreprochable corpus musical, mientras el mundo giraba y, como él mismo percibía, se alejaba de sus presupuestos estéticos: Mahler, Schoenberg, Wolf, Klimt… el mecanicismo y la disgregación del siglo XX se atisbaban en el horizonte, aunque Brahms siguió fiel a sí mismo hasta el precipitado final, que llegó bastante antes de lo que el propio músico pensaba.

Gran libro de Swafford. Cuando se termina, queda la sensación de que se conoce mejor el modo de pensar, de sentir y de trabajar del biografiado; va mucho más allá de la enumeración de fechas y datos. Un logro realmente difícil que repitió en su biografía de Beethoven. Acaba de publicar otra de Mozart. Será otra gran lectura.

 

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