martes, 7 de agosto de 2012

El mapa del tiempo


El mapa del tiempo
Félix J. Palma

Aprovechando la convalecencia, me he decidido por uno de los tochos que tenía pendientes. Como además quería algo lúdico, elegí este “El mapa del tiempo” que tan buena impresión había causado entre los aficionados.

Una vez concluida la novela, no sé aún cómo tomármela. Hay una historia que es la que la vertebra que no creo que ocupe ni la mitad de las más de 600 páginas que tiene el libro en su edición en tapa dura (y eso que hay partes del argumento que se narran varias veces). Entre las peculiaridades hay un narrador omnisciente (vale) que de vez en cuando, supongo que con afán irónico y/o humorístico, ocupa la pista central y narra los acontecimientos en primera persona; y además el autor se toma la molestia de hacer que el propio narrador nos avise y explícitamente describa que toma la palabra. ¿Será para que no lo confundamos con algún personaje?

Para introducirnos en esa historia principal, el autor monta un preámbulo de casi un centenar de páginas. A lo Dickens pero sin ser Dickens. Y en ese prolegómeno participa Jack “el Destripador”. Los sucesos de esa introducción conducen a la que se supone es la razón de ser de la historia, y esa parte es dinámica y atractiva aunque el autor no se resiste a que aparezcan Stanley y Livingstone. La naturaleza de los hechos descubiertos en esa parte de la narración se enlazan con la reciente publicación (me refiero a la cronología de la novela) de “La máquina del tiempo”, lo que el autor aprovecha para que H.G. Wells y, en un nuevo escorzo, ¡el Hombre Elefante! se sumen a la lista de personajes. Con un retruécano del argumento y la participación de Tesla, que aún no había aparecido, termina la primera parte.

En el comienzo de la segunda se destrenza la parte más trenzada del argumento central. Los meandros biográficos se centran esta vez en personajes ficticios y de paso asistimos al teatro dentro del teatro. Unos cuantos remaches y se cierran las pequeñas fisuras que el autor había dejado abiertas adrede. Y concluye la segunda parte.

En la tercera se incorporan a la sopa de personajes Bram Stoker y Henry James, que no debe de gustarle mucho a nuestro autor. Hay otra voltereta argumental que a estas alturas, después de tantos saltos, ya ni sorprende ni embelesa, y con ella y una reflexión final se cierra el relato.

La novela está muy documentada, lo que sería un punto a su favor si no fuera porque durante la lectura da la sensación de que prácticamente estamos leyendo parte de las notas que tomó el autor para hacer acopio de datos. Por ejemplo, en cada una de esas apariciones estelares de personajes victorianos, Palma glosa parte de la vida y milagros de los “colaboradores” y en el caso concreto de Wells llega a resumir los argumentos de algunos de sus relatos y novelas. Se termina con la sensación de estar leyendo un catálogo de celebridades, inventos y chascarrillos de la Inglaterra decimonónica.

En definitiva un pequeño juguete. Un mecano. Toda la novela es una impostura (bien montada, eso sí) y yo no sido capaz de conectar con ella. Me he sentido como si “Con la muerte en los talones” hubiese consistido en contar el motivo por el que persiguen a Cary Grant, en lugar de ocultarlo y usarlo como simple excusa para filmar sus consecuencias. Aún así la novela es entretenida pero creo que Félix J. Palma podría haber escrito algo muchísimo mejor. Dejo apuntado aquí para no olvidarlo que no debo leer ninguna de las compañeras (una de ellas - “El mapa del cielo” - ya editada) ambientadas en la misma época.

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