Tokio blues
Haruki Murakami
De nuevo me cruzo con
Murakami. Hace unos años, cuando empezó a tener un nombre en
España, me decidí por la que era su obra más alabada: “Crónica
del pájaro que da cuerda al mundo”. No es una novela breve
precisamente y cuando la terminé no supe concretar qué me había
querido decir el autor con aquel relato en el que intercalaba pasajes
fantásticos, casi oníricos, con las acciones más mundanas. Aunque
aquella novela me pareció muy ambigua, estaba sin embargo bien
narrada y siempre que la retomaba sentía el impulso de seguir
adelante con la lectura.
Para decidir
definitivamente sobre este autor que ahora mismo es un valor seguro
para sus editores y hasta ha llegado a ser propuesto para el Nobel,
escogí “Tokio blues” (su obra más popular en este
momento). Se trata de otra novela muy bien contada; está claro que
Murakami conoce el oficio de sobra. A partir de la evocación de un
paisaje visitado en su juventud, un Toru Wanabate cercano a los
cuarenta rememora el tránsito de los diecinueve a los veinte años,
la época en la que estudiaba en la universidad.
Murakami alterna las
introspecciones con la descripción de sucesos anodinos (me comí una
tortilla, recogí la ropa, fumé un cigarrillo). De nuevo, como en la
“Crónica”, no nos ahorra detalles: en su prosa todo se
hace explícito, como si el relato tuviera que llenar con su
extensión el marco temporal en el que discurre. De hecho creo que
sería posible hacer una lista con todas las comidas realizadas por
el protagonista a lo largo de cada una de las jornadas que jalonan la
novela. También, como en “Crónica”, la música trufa el
relato pero sin que llegue a formar parte de él; más bien es una
especie de banda sonora de cada momento (hacía tal cosa mientras
ella cantaba tal canción, pensé esto mientras silbaba esto otro). Y
al igual que en la “Crónica”, las alteraciones del
comportamiento humano constituyen la parte central del relato y el
motivo principal de reflexión. La diferencia más destacada con
“Crónica del pájaro que da cuerda al mundo” es que aquí
no existen elementos que puedan relacionarse con lo sobrenatural.
En resumen me ha quedado
la misma impresión que tuve con la novela que ya conocía. Creo que
el principal mérito de Murakami es ese estilo de narración fluido,
fácil y sugerente que es capaz de lograr y mantener a lo largo de
muchas páginas. Por lo demás, no empatizo con su mundo y mi
sensación final es de viaje a ninguna parte.
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