viernes, 14 de septiembre de 2012

Warlock


Warlock
Oakley Hall

Goodpasture regenta una tienda en el malhadado pueblo de Warlock, nacido alrededor de la explotación minera de la plata. Lleva un diario en el que recoge sus impresiones de los acontecimientos sucedidos allí desde que Canning, el último y mejor ayudante del sheriff, se ve expulsado del pueblo por el cabecilla de los cuatreros del la región, Abe McQuown.

La violencia creciente y el abando del que se sienten víctimas por parte el sheriff del condado, que considera a Warlock fuera de su jurisdicción, impele al Comité de Ciudadanos a contratar al famoso pistolero Clay Blaisedell para que ocupe el cargo de comisario de la ciudad.

Un pistolero turbio que es comisario, un líder de cuatreros cruel pero con moral, un juez borracho y cínico pero deseoso de que impere la ley, dos personajes femeninos imponentes, hombres aparentemente insignificantes que albergan grandeza cuando la ocasión lo requiere, delincuentes que reclaman venganza cuando la justicia no les ampara y que provocan respuestas como esta:

Todo el mundo se pondrá en contra vuestra, Ike – le advirtió el juez -. Es una batalla que los necios, estúpidos, ignorantes, confundidos e intransigentes como vosotros han librado más de un millón de veces sin ganar una sola, y yo perdí esta pierna al combatiros en una ocasión. Porque los tiempos cambian, y cambiarán, y están cambiando, Ike. Si se deja que los cambios sigan su curso, la mudanza será fácil. Pero si te opones a ellos como hasta ahora, el cambio no será tan hacedero y te reducirá a polvo, porque pasará por encima de ti como una piedra de molino.

Las andanzas de Blaisedell, la cambiante marea de la opinión pública, las reivindicaciones de los mineros, la dificultad de establecer el límite de la autoridad y su legitimidad van alterando las posiciones de los diferentes colectivos y personalidades para desembocar en un final catártico. Pero hay que saber cuándo permanecer al margen porque, como dice el juez Holloway:

Sí, aprende de las experiencias de la vida. Y cuando lo hayas aprendido todo, verás cómo torturan a tu mujer y a tus hijos con atizadores al rojo vivo, y te reirás al verlo. Porque para entonces sabrás que las personas no importan nada. Los hombres son como el maíz. El sol los quema, la lluvia los empapa, el invierno los congela y la Caballería los pisotea, pero a pesar de todo continúan creciendo. Y nada de eso importa mientras haya whisky.

Bestial.

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