Warlock
Oakley Hall
Goodpasture regenta una
tienda en el malhadado pueblo de Warlock, nacido alrededor de la
explotación minera de la plata. Lleva un diario en el que recoge sus
impresiones de los acontecimientos sucedidos allí desde que Canning,
el último y mejor ayudante del sheriff, se ve expulsado del pueblo
por el cabecilla de los cuatreros del la región, Abe McQuown.
La violencia creciente y
el abando del que se sienten víctimas por parte el sheriff del
condado, que considera a Warlock fuera de su jurisdicción, impele al
Comité de Ciudadanos a contratar al famoso pistolero Clay Blaisedell
para que ocupe el cargo de comisario de la ciudad.
Un pistolero turbio que
es comisario, un líder de cuatreros cruel pero con moral, un juez
borracho y cínico pero deseoso de que impere la ley, dos personajes
femeninos imponentes, hombres aparentemente insignificantes que
albergan grandeza cuando la ocasión lo requiere, delincuentes que
reclaman venganza cuando la justicia no les ampara y que provocan
respuestas como esta:
Todo el mundo se
pondrá en contra vuestra, Ike – le advirtió el juez -. Es una
batalla que los necios, estúpidos, ignorantes, confundidos e
intransigentes como vosotros han librado más de un millón de veces
sin ganar una sola, y yo perdí esta pierna al combatiros en una
ocasión. Porque los tiempos cambian, y cambiarán, y están
cambiando, Ike. Si se deja que los cambios sigan su curso, la mudanza
será fácil. Pero si te opones a ellos como hasta ahora, el cambio
no será tan hacedero y te reducirá a polvo, porque pasará por
encima de ti como una piedra de molino.
Las andanzas de
Blaisedell, la cambiante marea de la opinión pública, las
reivindicaciones de los mineros, la dificultad de establecer el
límite de la autoridad y su legitimidad van alterando las posiciones
de los diferentes colectivos y personalidades para desembocar en un
final catártico. Pero hay que saber cuándo permanecer al margen
porque, como dice el juez Holloway:
Sí, aprende de las
experiencias de la vida. Y cuando lo hayas aprendido todo, verás
cómo torturan a tu mujer y a tus hijos con atizadores al rojo vivo,
y te reirás al verlo. Porque para entonces sabrás que las personas
no importan nada. Los hombres son como el maíz. El sol los quema, la
lluvia los empapa, el invierno los congela y la Caballería los
pisotea, pero a pesar de todo continúan creciendo. Y nada de eso
importa mientras haya whisky.
Bestial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario