domingo, 6 de octubre de 2013

Anatema

Anatema
Neal Stephenson

Con Stephenson las he tenido tiesas. Desde la fascinación que me causó su “Criptonomicón” hasta el plúmbeo “Ciclo barroco”, del que no llegué a terminar ni el primer libro. En “Anatema” encontramos el mismo estilo que en la mayoría de las novelas de Neal Stephenson: ideas desbordadas y una auténtica obsesión por detallar el funcionamiento de todo lo que se describe. Esto a veces puede ser irritante y, además, no siempre sucede que explicando más se muestren más cosas.

El comienzo de la novela – el propio autor lo advierte en el prólogo – resulta desconcertante, plagado de expresiones inventadas, que sospechamos se refieren a cosas conocidas (todo se aclara según progresan las páginas), y ambientado en un peculiar mundo conventual aparentemente autárquico que poco a poco, conforme progresa el argumento, se va ampliando. La historia es un crescendo permanente que solo se ve interrumpido por las acotaciones del autor acerca de asuntos peculiares o costumbristas que desea aclarar sobre su particular mundo, y va dilatándose en espiral hasta alcanza un clímax espectacular e inesperado.

En realidad es como si el argumento se hubiese diseñado para envolver las inquietudes científicas y filosóficas del autor (que son muchas y variadas), por lo que el resultado de la novela es heterogéneo: moroso a veces, prolijo otras, original casi siempre y, bajo mi punto de vista, fascinante.

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