Anatema
Neal
Stephenson
Con
Stephenson las he tenido tiesas. Desde la fascinación que me causó
su “Criptonomicón”
hasta el plúmbeo “Ciclo barroco”,
del que no llegué a terminar ni el primer libro. En “Anatema”
encontramos el mismo estilo que en la mayoría de las novelas de Neal
Stephenson: ideas desbordadas y una auténtica obsesión por detallar
el funcionamiento de todo lo que se describe. Esto a veces puede ser
irritante y, además, no siempre sucede que explicando más se
muestren más cosas.
El
comienzo de la novela – el propio autor lo advierte en el prólogo
– resulta desconcertante, plagado de expresiones inventadas, que
sospechamos se refieren a cosas conocidas (todo se aclara según
progresan las páginas), y ambientado en un peculiar mundo
conventual aparentemente autárquico que poco a poco, conforme
progresa el argumento, se va ampliando. La historia es un crescendo
permanente que solo se ve interrumpido por las acotaciones del autor
acerca de asuntos peculiares o costumbristas que desea aclarar sobre
su particular mundo, y va dilatándose en
espiral hasta alcanza un clímax espectacular e inesperado.
En
realidad es como si el argumento se hubiese diseñado para envolver las
inquietudes científicas y filosóficas del autor (que son muchas y
variadas), por lo que el resultado de la novela es heterogéneo:
moroso a veces, prolijo otras, original casi siempre y, bajo mi punto
de vista, fascinante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario