El
giro
Stephen
Greenblatt
“How
the world became modern” es el subtítulo original de este
libro que trata de recrear la búsqueda del manuscrito del poema de
Lucrecio “De rerum natura” (“Sobre la naturaleza de
las cosas”) y la influencia de ese texto en la concepción del
mundo tal y como lo conocemos hoy.
Los
primeros siete capítulos son apasionantes. El mundo de los libros
antes de la era de la imprenta, los materiales y métodos que se
empleaban para copiarlos y preservarlos, la política vaticana, los
intelectuales de la época y, en el epicentro de todo, la carrera
llena de altibajos del buscador de libros (aparte de otras muchas
cosas) Poggio Bracciolini y su hallazgo del poema de Lucrecio. El
octavo capítulo resume las ideas contenidas en el poema y los
siguientes su difusión libresca gracias a la imprenta y su
influencia en la vida intelectual del mundo moderno.
La
primera parte del libro es la más absorbente; muy original, narrada
con vitalidad, con una tensión más propia de la novela de aventuras
que del ensayo. En la segunda parte, también interesante, se pierde
ritmo y el libro adopta un aire más convencional aunque el contenido
sigue siendo enriquecedor. Rechina un poco la posición en la que
Greenblatt coloca el poema de Lucrecio, otorgándole una influencia
aplastante sobre la filosofía y la ciencia del Renacimiento y el
Barroco, casi como si hubiera sido el conocimiento del texto lo que
hubiese permitido ciertas líneas de pensamiento. No tengo
conocimientos suficientes para rebatir esa decisión pero parece un
tanto extrema, aunque el autor es tan honesto separando los hechos de
la interpretación que él hace de ellos que no resulta molesta ni
provoca la sensación de estar siendo manipulado.
Un
libro fuera de lo habitual que demuestra que lo aburrido en la
mayoría de las ocasiones no son los temas, sino el modo en que se
enfocan y se desarrollan. Además, me ha proporcionado esta excelente
idea para un ex libris:
“Al
que lo robare o tomare prestado y no lo devolviere a su propietario,
que este libro se convierta en una serpiente cuando lo tenga en sus
manos y lo muerda. Haga que le dé perlesía y todos sus miembros
queden mustios. Que se consuma de dolor pidiendo a gritos clemencia y
su agonía no cese hasta quedar deshecho. Que los gusanos corroan sus
entrañas en nombre del Gusano que nunca muere, y, cuando llegue al
castigo final, que las llamas del infierno lo consuman para siempre”
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