Juego
de tronos
George
R. R. Martin
Llegó
la hora. Han sido años de espera pero al final me ha pesado la
invectiva que un enfurruñado Martin le lanzó a un lector en su foro
al dudar que fuera a ser capaz de terminar la saga antes de doblarla:
“a lo mejor te mueres tú antes de terminar lo que llevo escrito”.
Así que allá voy, sin saber si este hombre terminará lo que empezó
y con la serie de HBO decidida a terminarlo todo aunque sea al margen
de la novela.
Esta
primera parte no decepciona nada de nada. Martin se decide por una
historia narrada desde diferentes tramas, que se desarrollan al mismo
tiempo y se enfocan desde sus respectivos protagonistas. El fulcro
del argumento es la posesión del Trono de Hierro, sobre el que se
sienta el rey de los Siete Reinos. Alrededor del sitial hay
conspiraciones, asesinatos y la ambición desmedida de algunas de las
casas nobles del reino; y como contrapunto a todo ello el misterioso
Muro, que detiene a lo que sea que aceche al norte, en el frío.
El
ritmo es vertiginoso y Martin no tiene piedad con sus creaciones: se
comporta con ellos como la vida con todo hijo de vecino. Hay
personajes memorables y es un gusto leer cómo Martin logra encerrar
todo un carácter en un simple gesto o frase escritos en el momento
oportuno (el taimado y despiadado Tywyn Lannister o la valiente Arya,
por ejemplo). Los secundarios también tienen enjundia y no hay
ningún pasaje en las más de setecientas páginas que no cumpla una
función.
Este
primer libro (aquí vienen los spoilers) termina con el reino sumido
en la guerra tras el golpe de mano de los Lannister para hacerse con
el trono, la muerte de Eddard Stark, el resurgimiento de los
Targaryen en las estepas gobernadas por los dothrakis
y la agitación más allá del Muro, que empieza a mostrarse incapaz
de cumplir con su milenaria misión.
Parece
que se acerca el invierno, así que me pondré inmediatamente con la
primera temporada de la serie y el segundo libro. No quiero olvidar
nada.
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