lunes, 12 de octubre de 2015

Augusto

Augusto
Anthony Everitt

Como dice Everitt, Augusto, a pesar de su enorme relevancia en la historia, es un personaje bastante misterioso. Desde que se libró de sus rivales y asumió el mando real del Imperio, se envolvió en una red de mentiras oficiales, publicidad alentada por él mismo y su entorno, que pretendió cambiar hasta su pasado, dando pábulo incluso a relaciones familiares ficticias con el ya difunto Cicerón. También desdibujó su recorrido político que, como en el caso de su padre adoptivo Julio César, su compañero de consulado Marco Antonio o su predecesor Sila, estuvo teñido de violencia y sostenido en contra de la legalidad de la época.

Por lo tanto, es la vida del joven Octaviano (no sería Augusto hasta mucho más tarde) la que mejor se conoce. El joven enfermizo pero bello, astuto y paciente, dotado de una enorme visión política, mal militar, incluso cobarde en lo que al arrojo físico se refiere y también hombre salaz y cínico. El recorrido de Everitt por esta parte de la biografía es muy meticuloso, separando siempre lo que se conoce con seguridad de lo que son conjeturas y entremezclando la vida de Octaviano con comentarios sobre la Roma antigua (organización de las legiones, de la carrera política o del imperio), lo que resulta un poco aburrido si ya se han leído otros libros sobre estas cuestiones.

Una vez convertido en princeps Augusto se preocupó siempre de ocultar su creciente poder revistiéndose de la dignidad de un senador cualquiera a la vez que organizaba su sucesión pacífica mediante acuerdos matrimoniales y relevos en el seno de su familia. Siempre enalteció a la difunta República y sus supuestas costumbres auténticamente romanas para difuminar su pasado revolucionario y dotarse de legitimidad ante el ejército y el pueblo, sin el apoyo de los cuales el régimen era insostenible.

A pesar de su meticulosidad, de su capacidad para el cálculo político y de haber creado una burocracia competente, ninguno de sus planes para la sucesión salió bien: su mano derecha Agripa, que cubría sus carencias como militar, murió antes de lo esperado; también los hijos de la rama Julia; y Tiberio se rebeló contra sus designios. Finalmente estallaron revueltas familiares entre la facción Julia (Augusto) y la Claudia (Livia y Tiberio), que sería la que prevalecería en contra de los planes iniciales del emperador. En ese aspecto Augusto demostró poca perspicacia, pues en su afán por dirigir la vida de sus allegados pasó por alto los sentimientos, logrando lo contrario de lo que buscaba.

Una buena biografía del emperador, que nunca mezcla el rumor con el hecho, que ofrece las diferentes versiones conocidas sobre los hechos no demostrados (por ejemplo, la muerte de Augusto) y que traza una semblanza realista sobre el personaje, mostrando los aspectos positivos y negativos. En cualquier caso debió ser alguien excepcional: calmó una unidad política que llevaba casi un siglo en guerra permanente (tanto civil como exterior), fundó unos pilares que se sostuvieron casi quinientos años y fue capaz de darse cuenta de que Roma había llegado a su máxima extensión posible, que no era posible en aquel tiempo administrar un territorio mayor.

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