Los
nuestros
Luis
Harss
Este
libro lo publicó el chileno Luis Harss en inglés para dar a conocer
aquello que aún no se conocía como el boom.
Posteriormente él mismo lo tradujo el castellano y desde la
editorial mexicana Porrúa se difundió a todo el mundo. Creo que
aparte de aquella edición sesentera no ha habido otra en España,
así que cuando Alfaguara lo publicó corrí a comprarlo para poderlo
conocer al fin.
El
libro va precedido de una introducción escrita por el propio Harss
en la que hace una semblanza de la novela latinoamericana desde el
siglo XIX. América, “ese continente de poetas”, no había
destacado en la narrativa debido a cuestiones autóctonas como la
obsesión por el indigenismo o la adopción de unos medios que no
eran apropiados para tratar de describir una realidad ajena a esa
herramientas. Hasta que llegó el siglo XX. Y después el boom.
Luis Harss mantuvo charlas con los diez autores que eligió como
representativos y señeros de aquel fenómeno literario y recogió en
este volumen el resultado de aquellas conversaciones.
No
es un libro aséptico; Harss se moja y hay críticas a lo que
considera la parte menos conseguida de la obra de cada autor y ese diagnóstico
emitido hace más de cuarenta años coincide con la perspectiva
actual, salvo quizá en el caso de Cortázar, en el que antepone
“Rayuela” a obras como “Bestiario” o “Las
armas secretas”.
Asombra
el tino de
Harss en la elección de los autores en un momento en el que algunos
de ellos aún no eran lo que son hoy. Por
ejemplo, incluye a un joven colombiano
con solo tres libros publicados que en
ese momento escribía “el libro que sentía crecer dentro de mí”
y que cuando se dio a la imprenta se tituló “Cien
años de soledad”.
A
esta edición se le han añadido un breve prefacio y unas notas
finales del propio Harss en las que da pequeñas pinceladas, cuarenta
años después, a los perfiles delineados en “Los nuestros”.
Algunas muestras:
"Borges
era ya el otro Borges. El bardo y el bibliotecario ciego, casi una
abstracción. “Intemporal y anónimo”, como él quería. Me di
cuenta en el ascensor de su casa cuando subí a conocerlo. Subió
conmigo una chica deslumbrada que decía: “Allá arriba vive el
poeta no-vidente” (…) El gran ciego que obsesionaba a otros
autores. Se decía que era la sombra atrás de los ciegos ominosos de
Sábato, por ejemplo."
"Con
Rulfo me entendí misteriosamente. No recuerdo cómo di con él. Lo
esperaba en un apartado del salón bar de mi hotel en el paseo de la
Reforma. Venía con atraso o no venía. Creo que daba vueltas a la
manzana antes de decidirse a entrar."
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