domingo, 3 de marzo de 2013

Los nuestros


Los nuestros
Luis Harss

Este libro lo publicó el chileno Luis Harss en inglés para dar a conocer aquello que aún no se conocía como el boom. Posteriormente él mismo lo tradujo el castellano y desde la editorial mexicana Porrúa se difundió a todo el mundo. Creo que aparte de aquella edición sesentera no ha habido otra en España, así que cuando Alfaguara lo publicó corrí a comprarlo para poderlo conocer al fin.

El libro va precedido de una introducción escrita por el propio Harss en la que hace una semblanza de la novela latinoamericana desde el siglo XIX. América, “ese continente de poetas”, no había destacado en la narrativa debido a cuestiones autóctonas como la obsesión por el indigenismo o la adopción de unos medios que no eran apropiados para tratar de describir una realidad ajena a esa herramientas. Hasta que llegó el siglo XX. Y después el boom. Luis Harss mantuvo charlas con los diez autores que eligió como representativos y señeros de aquel fenómeno literario y recogió en este volumen el resultado de aquellas conversaciones.

No es un libro aséptico; Harss se moja y hay críticas a lo que considera la parte menos conseguida de la obra de cada autor y ese diagnóstico emitido hace más de cuarenta años coincide con la perspectiva actual, salvo quizá en el caso de Cortázar, en el que antepone “Rayuela” a obras como “Bestiario” o “Las armas secretas”.

Asombra el tino de Harss en la elección de los autores en un momento en el que algunos de ellos aún no eran lo que son hoy. Por ejemplo, incluye a un joven colombiano con solo tres libros publicados que en ese momento escribía “el libro que sentía crecer dentro de mí” y que cuando se dio a la imprenta se tituló “Cien años de soledad”.

A esta edición se le han añadido un breve prefacio y unas notas finales del propio Harss en las que da pequeñas pinceladas, cuarenta años después, a los perfiles delineados en “Los nuestros”. Algunas muestras:

"Borges era ya el otro Borges. El bardo y el bibliotecario ciego, casi una abstracción. “Intemporal y anónimo”, como él quería. Me di cuenta en el ascensor de su casa cuando subí a conocerlo. Subió conmigo una chica deslumbrada que decía: “Allá arriba vive el poeta no-vidente” (…) El gran ciego que obsesionaba a otros autores. Se decía que era la sombra atrás de los ciegos ominosos de Sábato, por ejemplo."

"Con Rulfo me entendí misteriosamente. No recuerdo cómo di con él. Lo esperaba en un apartado del salón bar de mi hotel en el paseo de la Reforma. Venía con atraso o no venía. Creo que daba vueltas a la manzana antes de decidirse a entrar."

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