sábado, 20 de octubre de 2012

Solo el acero


Solo el acero
Richard Morgan

Parece que el toque Abercrombie consistente en personajes rufianescos, lenguaje en consonancia y situaciones escabrosas se va abriendo paso con fuerza en el género fantástico. Sin embargo, lo que en Abercrombie fue un soplo fresco y unos cuantos personajes memorables, en Morgan, que es un tío elegante y posee muchos más registros como escritor que su colega norteamericano, se convierte en una señora novela.

Morgan monta su historia a partir de tres hilos que se trenzan en la coda final del relato para construir el clímax correspondiente. La homosexualidad del protagonista (y las explícitas escenas de sexo), la ambivalencia de todos los personajes (mención especial a la relación entre el emperador Jhiral y su consejera Archeth), así como el mosaico de razas, tecnologías y creencias están cuidadosamente tratados por Morgan en una prosa versátil, que no solo se colorea en cada situación, sino que además moldea el registro de cada personaje de acuerdo a su disposición en cada momento del relato. Por si eso fuera poco, al señor Morgan le basta un libro para contar su absorbente historia. Y magníficamente además.

Me ha llamado la atención cómo Morgan logra ser heterodoxo y a la vez ser fiel al canon del género, porque el libro es de clasificación indudable y ningún aficionado a la fantasía se sentirá incómodo en él. Un especie de “Grupo salvaje” o “Sin perdón” pero en libro. Ha sido un festín. Y la edición de Alamut, como siempre, en perfecto castellano, lo que es una auténtica noticia en un tipo de narrativa tan maltratado por las editoriales.

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