Solo el acero
Richard Morgan
Parece que el toque Abercrombie
consistente en personajes rufianescos, lenguaje en consonancia y
situaciones escabrosas se va abriendo paso con fuerza en el género
fantástico. Sin embargo, lo que en Abercrombie fue un soplo fresco
y unos cuantos personajes memorables, en Morgan, que es un tío
elegante y posee muchos más registros como escritor que su colega
norteamericano, se convierte en una señora novela.
Morgan monta su historia a partir de
tres hilos que se trenzan en la coda final del relato para construir
el clímax correspondiente. La homosexualidad del protagonista (y las
explícitas escenas de sexo),
la ambivalencia de todos los personajes (mención especial a la
relación entre el emperador Jhiral y su consejera Archeth), así como el
mosaico de razas, tecnologías y creencias están cuidadosamente
tratados por Morgan en una prosa versátil, que no solo se colorea en
cada situación, sino que además moldea el registro de cada
personaje de acuerdo a su disposición en cada momento del relato. Por si eso fuera poco, al señor Morgan le basta un libro para contar su absorbente historia. Y magníficamente además.
Me ha llamado la atención cómo Morgan logra ser
heterodoxo y a la vez ser fiel al canon del género, porque el libro es de clasificación indudable y ningún aficionado a la fantasía se sentirá incómodo en él. Un especie de
“Grupo salvaje” o “Sin perdón” pero en libro.
Ha sido un festín. Y la edición de Alamut, como siempre, en
perfecto castellano, lo que es una auténtica noticia en un tipo de narrativa tan maltratado por las editoriales.
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