Toscanini
Harvey Sachs
Como en España no se publica prácticamente ningún ensayo
relacionado con la música o la ciencia, en 2007 decidí arriar velas y comprar
una serie de biografías de directores de orquesta en inglés. La verdad es que
me daba mucha pereza ponerme con ellas y hasta el año pasado me había limitado
a ojear las fotos. Finalmente vencí la molicie y empecé con Karajan. Este ha
sido el año de Toscanini.
En el prólogo de su libro (publicado en 1978), el propio
Sachs argumenta con datos lo inadecuado de las biografías que existían hasta
ese momento del gran director. Sesgos interesados sobre la personalidad del
protagonista y lagunas documentales tanto en aspectos biográficos como
musicales, dibujaban, en opinión de Sachs, un retrato que no permitía una
aproximación veraz a la figura del parmesano.
El libro de Harvey Sachs es de una precisión fanática en
cuanto a hechos, citas, fechas y argumentos. En algunos momentos está escrito
casi con unción, pero sin renunciar nunca a la exactitud. Un gran trabajo. Tan
bueno que, hasta donde yo sé, no se ha vuelto a publicar una biografía seria
sobre Toscanini. No hay mayor elogio para la obra de Sachs.
La organización del libro es la habitual, con un recorrido
por la vida de Arturo Toscanini desde sus orígenes familiares hasta el final.
La formación en el conservatorio, el inopinado salto del violonchelo al podio
de director, el estreno de “Otello” tocando bajo la dirección del
mismísimo Verdi, la primera etapa escalígera, el encuentro con Caruso, la
titularidad en Nueva York, los años amargos de la Primera Guerra Mundial, la
vuelta a la Scala para transformarla en el primer teatro de ópera moderno del
mundo, la relación con Puccini, la hecatombe de la Segunda Guerra Mundial con
la consiguiente vuelta a Norteamérica, la NBC, la gloria y la fama (a veces
disfrutadas, a veces toleradas con mucha reticencia), los malos modos
ocasionales, el fanatismo por la precisión y la belleza del sonido, los
encontronazos políticos... En definitiva, una vida que fue como un torbellino,
en la que Toscanini surcó como un meteoro el panorama musical de la primera
mitad siglo XX, fijó lo que después sería el modus operandi de cualquier
teatro de ópera y también los modos interpretativos de gran parte del
repertorio de cualquier orquesta sinfónica.
El libro
se cierra con un capítulo de reflexiones que es completamente vigente. En la
crítica musical contemporánea sigue existiendo la confrontación entre la
interpretación “literal” (¿?) de las partituras, de la que Toscanini sería abanderado,
frente a la visión más romántica del hecho musical; también sigue leyéndose que
Toscanini tocó todo igual durante toda su vida y que dirigía demasiado rápido.
Modismos, en suma, que provienen del hecho de no escuchar atentamente las
grabaciones y de olvidar que Toscanini empezó a dirigir con 19 años en 1886 y
se retiró con 87 en 1954, mientras que el grueso sus grabaciones (en realidad
todas excepto menos de una decena) se realizaron en sus últimos diez años de
vida. Un material que, aunque es abundante, no recoge el recorrido musical del
maestro. Aún así es una enorme suerte poder escucharle y asombra que, después
de tantos años, esos discos sigan emocionando y ofreciendo la sensación de algo
único e irrepetible.
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